Ni un estudio del personaje, ni una deconstrucción del género de superhéroes, ni un drama bañado en ideología progresista. Desde que se estrenara en el último Festival de Venecia, "Joker" ha pasado por la mirada y la introspección de decenas de críticos, fans privilegiados, y todo tipo de artistas de la industria. Cada uno con su opinión, su interpretación, y sus valores extraídos de una experiencia cinematográfica que busca la equidistancia de manera continuada. Todd Phillips pretende con cierta torpeza alejarse de mensajes políticos y críticas explícitas hacia modelos socioeconómicos, pero paradójicamente, su conservadurismo es el que termina consolidando la carga subjetiva del metraje.
Aunque el villano de Gotham es uno de los personajes con mayor recorrido en la historia del cómic, lo cierto es que casi ninguno de los guionistas que pasaron por sus apariciones dibujaron una historia de orígenes. De esa ambigüedad que buscaba instrumentalizar la figura del caos, solo se escapaba Alan Moore con la emblemática "La broma asesina". Y es ahí donde precisamente el cineasta encuentra un pozo de recursos. Este cómic, del que Phillips ha querido distanciarse en múltiples entrevistas, sirve de soporte formal para construir una cinta incrustada en un universo del que reniega buscando el prestigio que atesora el drama.
¿Cómo se consigue algo así sin ofender a los fans? ¿Cómo se utiliza a un icono enclavado en unos símbolos y patrones, para narrar una historia completamente ajena? Cocinando sin comer, proponiendo sin tomar partido. "Joker" es la historia de un comediante que no sabe hacer comedia; la historia de los oprimidos contra los opresores que no se apoya en ideas libertarias; una crítica al sistema que expone, pero no argumenta. Y todo ello no la hace menos apasionante y sentida, pero sí más torticera y patosa. Algo que no afecta ni al aspecto formal -impecable- ni a lo que hace Joaquin Phoenix durante dos horas de primeros planos y silencios incómodos.
Nuevo origen, nuevas intenciones
Situar a la cinta al mismo nivel del UCM o el DCEU visto hasta el momento es erróneo. Esta es la travesía de Arthur Fleck hacia el infierno de la demencia. Su apodo y su vestimenta clásica, la que todos los lectores conocen de los cómics, no es nada más que un añadido meramente circunstancial que solo aparece cuando ya se ha cocinado el verdadero núcleo de la propuesta. Y esta no es otra que la degradación de una persona con problemas mentales, sumida en la más absoluta de las pobrezas. Alguien que vive con una madre dependiente, y cuya esperanza se reduce a hacer reír a los demás de forma voluntaria. Su enfermedad, sin embargo, le empuja a liberar una risa espontánea y descontrolada que termina por desnudarle como el repudiado social que es.
Mientras en "La broma asesina" la situación socioeconómica del personaje solo servía de introducción no causal de la locura, en "Joker" es el principal leit motiv con el que Phillips justifica la evolución del protagonista. Aquí no hay accidente químico ninguno, sino una degradación psíquica provocada por un sistema errático apoyado en el neoliberalismo más despiadado. Ahora bien, -y aquí es donde muchos han comprado gato por liebre-, el nacimiento del villano no viene dado por una lucha de clases. El odio de Fleck surge de cómo la naturaleza humana ha moldeado el mundo. La cinta mastica hasta hacer papilla el discurso de la redistribución material, pero nunca se posiciona en el lado de la clase obrera o trabajadora.
Cualquier discurso enraizado en un sistema de valores concreto, queda desacreditado al utilizar la cosmovisión del protagonista como base. Phoenix da vida a un hombre que ha moldeado la realidad a su parecer, y ese subjetivismo es el que hace de "Joker" una cinta imposible de cosificar interesadamente. De hecho, la supuesta crítica al neoliberalismo es en realidad un mensaje positivo hacia este; es el propio individualismo que ha provocado las desigualdades el que lleva a Fleck a poder tomar una elección. Phillps de hecho cierra el metraje con un alegato directo al poder del individuo por encima del sistema. Ese al que Arthur acude una y otra vez en busca de una solidaridad de estado que Gotham por supuesto no posee.
PHOENIX
¿De dónde vienen entonces toda la expectación por "Joker"? Por su lenguaje y presentación. La película busca la intensidad de las imágenes una y otra vez. Lo hace derivando los sentimientos de Fleck hacia la fotografía y la iluminación -verde y lúgubre-, para quedarse con el perfil más puro de la demencia. No resulta extraño que la cinta atrape desde el primer minuto, y que, en lugar de respirar a medio camino para acabar en una nota aguda, se vaya inflando sin cesar y de manera constante. Phillips, sin embargo, no es responsable de este afán por la emoción más gutural. "Joker" es en su totalidad Joaquin Phoenix.
El actor recoge su habilidad para bucear en la psique de sus papeles, y la lleva hasta el extremo más inusitado. Cuenta en una entrevista, que conseguir la risa tan particular que ejecuta en numerosos momentos del metraje, le llevó numerosas reuniones, horas de observación y varias semanas de práctica. El compromiso de alguien que ha pasado por personajes tan emblemáticos como Commodus ("Gladiator"), Theodore ("Her") o Joe ("En realidad, nunca estuviste aquí"), es asombroso. Y lo refleja en su capacidad para retorcer el gesto hasta el valle más inquietante, y para moldear un físico raquítico y abominable.
"No creo que mi muerte me diese más dólares que mi vida". Esta frase que se repite a sí mismo una y otra vez mientras va descendiendo hacia la locura, es el estrecho sendero moral que Phillips le ofrece al actor en ese neoliberalismo despiadado. El director sabe explotar este impulso contenido de desesperanza hasta la última consecuencia, hacia un sendero que muchos señalan como el Dolby Theatre de Los Ángeles.
El contrapunto a tanta oscuridad y carga emocional lo pone Robert De Niro, quien aquí interpreta al cómico Murray Franklin; la proyección más positiva y exitosa de la vida de Fleck si hubiera triunfado en su profesión alcanzando la fama. Su interpretación grandilocuente y cargada de prepotencia contenida, puede verse como una extrapolación de lo que él mismo ya plasmó en pantalla dos décadas atrás en "Casino". Tanto Ace como Murray son hombres de éxito que han llegado hasta la cúspide del sueño americano pisoteando o manipulando a los demás. Que este sea el objetivo sobre el que Fleck quiere descargar toda su ira no es casualidad, pues es el único referente de lógica que navega en su pensamiento nihilista.
El enfoque intimista y cercano que propone Phillips reduce el reparto a esos dos nombres. El resto -Zazie Beetz, Brett Cullen, Frances Conroy- no son más que instrumentos desechables al servicio de la historia principal. Y estos no son los únicos que parecen sobrar en el metraje; las referencias comiqueras a Batman y el resto del universo DC están ejecutadas de manera forzada y arrítmica. Sí, claro que aparecen Bruce y ThomasWayne, y sí, el famoso psiquiátrico de Gotham es reiterativo a lo largo del film, pero ninguno de esos elementos termina de encajar en la lógica que el ScottSilver ("8 millas") y el propio director imprimen al guion. Su final, por suerte, consigue empacar toda la tensión contenida mediante una catarsis que se graba a fuego en la memoria.
Conclusión
Sería injusto comparar este payaso con el de Heath Ledger, pues no hay intenciones similares en cada una de las versiones. Lo que resulta complicado de refutar es la honestidad y pasión que transmite Phoenix con su capa de pintura. "Joker" es una película que cuenta con impulso suficiente como para tocar la gloria, pero que se sabotea sin explicación en muchos de sus principales propuestas. Las que sí ejecuta bien, el espíritu de "Taxi Driver", la convierten en una de las experiencias más interesantes de la década. Así es la vida.
Todd Phillips reinventa al payaso del crimen en una cinta que huye de los superhéroes para sumergirse en una pesadilla de gran carga social. Un estudio a mesa abierta del famoso villano de DC que arraiga con pasión y fuerza en sus formas. Joaquin Phoenix apuntala la crudeza de este drama con una de las actuaciones de su carrera.
Banda sonora sutil y pegajosa
La habilidad de Phillips con la cámara y los tempos