No es el qué sino el cómo. A pesar de hacer uso de todos los tropos propios del shonen, y de no proponer nada realmente novedoso al cóctel de poderes y personajes carismáticos, "Kimetsu no Yaiba" ha logrado acaparar las miradas de toda la comunidad. Su capacidad para fundir el drama, la comedia y la acción en un contexto de realismo mágico disfrazado de historicismo hacía del universo de Koyoharu Gotouge un producto irresistible. Algo que ufotable conseguía comprender a la perfección en un primer episodio que servía de carta de presentación para el reto imposible al que se enfrentaba su protagonista.
Con un hermana convertida en demonio y toda su familia asesinada, Tanjiro debía hacer de la resiliencia su principal arma para sobrevivir en un mundo despiadado. Resulta sencillo encontrar paralelismos entre este anime y "Dororo", pero mientras que en la obra de Tezuka su héroe ya parte con las herramientas para sobreponerse a la situación, en este caso nos topamos con un joven cualquiera que debe aprender a ser un héroe. No por sí mismo, sino para proteger a la única persona que le queda en el mundo.
Con ese propósito entre ceja y ceja, Haruo Sotozaki va desviando progresivamente la producción de los cauces propios del género, para convertirla en una historia de personalidad única. Y es que sí, como en cualquier viaje del héroe, el protagonista debe ir haciéndose más fuerte para adquirir nuevas habilidades y derrotar a enemigos más poderosos, pero en "Kimetsu no Yaiba" no se regala nada. Si bien el segundo y tercer episodio apuesta por la elipsis para cubrir un gran periodo temporal, insiste una y otra vez en el sufrimiento al que está siendo sometido Tanjiro para obtener una cantidad ridícula de recompensa.
La épica propia de cualquier formación -con poderes y técnicas de por medio- deja paso a un tortuoso entrenamiento repleto de penurias y lecciones morales. En ese sentido Sakonji Urodaki sirve más como guía espiritual que como supervisor material de los aprendizajes del alumno. Es el propio Tanjiro el que aprende por sí mismo a sobrevivir cayendo una y otra vez ante cada obstáculo del camino, mientras demuestra una resistencia sobrehumana. Y no es para menos. La motivación intrínseca que emana del deseo de protección hacia su hermana le empujan a sobreponerse ante cualquier situación, haciendo del entrenamiento un mero trámite para llegar a la sección final del Monte Fujikasane.
De por medio ufotable va tejiendo con habilidad un melodrama que se apega a la acción siempre que necesita agilizar el ritmo, pero que se deleita con placer en los momentos más duros. El estudio no duda en recurrir a los flashbacks para dar volumen y peso al propósito de Tanjiro, acercándole al mismo tiempo a un espectador impaciente por saciar su curiosidad. Esa apuesta por la narrativa sin dejar de lado los combates y el movimiento convierten al segundo y tercer episodio en un pasaje mucho más entretenido y menos tortuoso que en el manga.
¿Es entonces perfecta la adaptación? No del todo. El particular humor que destila Gotouge en sus viñetas está traducido en forma de gags visuales que no terminan de impactar con la fuerza que deberían. Se entiende que la gesticulación exagerada de algunas escenas viene buscando esa comedia japonesa tan extraña a ojos occidentales, pero el drama y la violencia es tan palpable en el resto de la adaptación que resulta imposible recoger esos alivios narrativos para aligerar la tensión de determinados momentos. Y esto paradójicamente favorece al anime alejándolo de la superficialidad del shonen para acercarlo a la crudeza del seinen.
El pastiche de gore y crueldad viene acompañado además de una presentación formal inmejorable. Si en el primer episodio ufotable ya demostró estar por encima de las expectativas con un diseño de personajes sólido y unos fondos absolutamente increíbles, estas dos últimas semanas no ha dejado de impresionar con la fluidez de la animación. El CGI presente en determinadas transiciones queda reservado para movimientos de cámara veloces, mientras que las escenas principales se apoyan en un detallismo y cuidado difíciles de encontrar en la industria. Estas virtudes salen especialmente a relucir durante la batalla entre Tanjiro y Sabito; Una colección de momentos inolvidables que se mantienen siempre bordeando el tan idealizado sakuga. Los efectos de luz cuando las espadas se encuentra, y las complejas coreografías hacen el resto.
Sí, cierto es que a "Kimetsu no Yaiba" todavía le queda mucho por demostrar, y que ni siquiera ha llegado todavía a su plato principal. Pero la inversión que está haciendo tanto en personajes como en ambientación prometen dar sus frutos en una producción que hasta el momento no ha dejado de dar motivos para soñar. La explicación del lore de su universo –funcionamiento de los demonios y del grupo de 100 asesinos incluido-, y la presentación de la respiración de concentración completa disponen ahora un puente de largo recorrido con grandes posibilidades. ¿Conseguirá el anime mantener su personalidad cuando aparezcan de por medio las técnicas y los poderes?
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