Los grandes presupuestos suelen conducir a grandes superproducciones; a cintas bombásticas que cubren sus defectos con efectos especiales y ruido. Hollywood se ha acostumbrado a pasar el rodillo comercial por todo tipo de ideas, muchas veces sin preocuparse más que por entretener de una forma superficial. A James Mangold, aunque le ha tocado jugar en este terreno durante toda su carrera, nunca le ha terminado de aplastar la homogeneidad de estilo y formas. Ya en su primera cinta ("Heavy"), mostraba unas fuertes señas de identidad, que con el paso de los años fue imponiendo a todo tipo de despropósitos narrativos. Incluso el género de los superhéroes, famoso por comerse a sus creadores en favor de grandes marcas, ha sucumbido a las maneras tan particulares de este director. "Ford v Ferrari" (Le Mans '66) debía haber sido una traslación de Wikipedia maquillada con un par de planos estéticos, pero claro, cae en las mismas manos de artesano que ya encumbraron a los mutantes de "Logan" y a los vaqueros de "El tren de las 3:10".
¿El sueño americano?
En esta ocasión la hazaña es incluso de mayor envergadura. El guion de Jez Butterworth, su hermano John-Henry ("Caza al asesino"), y Jason Keller ("Plan de escape") es una colección si enjundia de clichés manidos sustentados en el mismo episodio histórico que ya adaptaba "Go Like Hell; Ford, Ferrari And Their Battle For Speed And Glory At Le Mans". En 1966, Ford, el gigante automovilístico estadounidense, estaba listo para comenzar su expansión internacional. Ya lo llevaban haciendo casi una década, claro, pero esto significaba su primera incursión comercial internacional; competir en el 24 horas de Le Mans frente a Ferrari, la firma más respetada y deseada del momento. Era la fuerza bruta capitalista, el músculo que había dado la victoria al bando Aliado en la Segunda Guerra Munidal, frente al idealismo italiano, a la poesía que entendía la conducción como un deseo ulterior del hombre. Entre la espada y la pluma navega Ken Miles (Christian Bale) , un experto en coches de carreras, que gracias a sus conexiones con la leyenda Carroll Shelby (Matt Damon), termina convertido en una marioneta al servicio de Henry Ford II (Tracy Letts).
"Le Mans '66" llega disfrazada de sueño americano, pero en realidad es justamente la otra cara del cuadro. Un reflejo pérfido de cómo el capital puede cambiar la historia, doblegar voluntades, y socavar todo tipo de dogmas. Claro que, al fin y al cabo, esto no deja de ser una producción salida de ese Hollywood tan enamorado del relato del esfuerzo. Lejos de análisis snoob, Mangold firma aquí uno de los trabajos más sólidos y vertiginosos de toda su carrera. Lo hace tomando ese episodio histórico de acceso público, para plasmar el baile de emociones de sus protagonistas. No el patriotismo que ahora se intenta vender en torno a la apuesta de Ford, sino a las personas que sacrificaron todo lo que tenían por un sueño sin avales ni garantías. El cineasta agarra así el mismo enfoque que ya capitaneó Steve McQueen en el 71, y le añade todo el virtuosismo propio de su cine. De no haber sido así, este largometraje de más de 2 horas y media de duración se hubiera convertido en una tortura interminable y mediocre.
Ford v Ferrari v Miles
La ahora extinta 20th Century Fox vendió la producción como una colección de secuencias sobre el asfalto, rodeadas por una historia de superación. Algo que podía rimar con el "Rush" de Ron Howard, y cuyo único propósito pasaba por entretener siguiendo fórmulas efectistas. Mangold consigue en pocos minutos desmontar esa idea preconcebida. Sin tomarse ningún tipo de prisa, el cineasta reniega de coches y gasolina durante más de la primera mitad del metraje, diseccionando con suma precisión a los protagonistas. El ritmo parsimonioso y las escenas alargadas hasta la extenuación se convierten en dos pilares fundamentales sobre los que se va construyendo el drama. Ese mismo que bordea el guion cada vez que torpedea las ambiciones de Miles; con sus primeros fracasos al volante tras aceptar la propuesta de Ford, con los desencuentros de una mujer preocupada por perder a su marido, y por los intentos de sabotaje que recibe desde la cúpula de la compañía que pretende llevarle a Francia. El film poco a poco va recubriéndose de un pesimismo sostenido que invita a emocionarse pese a la lejana presencia de un desenlace inevitablemente previsible.
No es el 'cómo' sino el 'qué'. El pulso con el Mangold retrata la historia consigue acercar el exclusivo mundo del automovilismo al público general, con un tono increíblemente amable. No resulta extraño que pese a pasarse largas escenas en talleres hablando de mecánica y aspectos técnicos de los vehículos, nunca entre a exprimir conclusiones derivada de un conocimiento específico. Si Miles habla de los frenos, lo hará con esa misma palabra, manejando significados y significantes simples y meridianos. Explicaciones que en cualquier otro contexto supondrían una barrera de entrada casi insorteable para el espectador, en "Le Mans '66" son entretenidas clases de mecánica aplicadas al mundo de la competición. Empatizar con el protagonista es fácil porque se entiende su lucha interna por sacar adelante a su familia y cumplir su sueño, pero también porque se comprende su pasión desde la adrenalina del asfalto; no desde el dominio técnico que en esos años comenzaron a disputarse las grandes escuderías. Miles vive la conducción como algo visceral e innato, y el director lo retrata como tal.
La fotografía, los planos, la banda sonora, todo está encajado con una elegancia poco frecuente. No es tanto el músculo técnico derivado del presupuesto, sino el uso que le da Mangold a los recursos que tiene entre manos. A lo largo de la cinta se suceden un par de carreras que ya demuestran el tesón y la habilidad de este mago con la cámara, pero no es hasta la recta final, cuando da inicio el propio 24 horas, cuando la forma se desata y termina avasallando al contenido. Secuencias a ras de suelo, desde dentro del coche, desde el capó, desde el trasero, desde el retrovisor. El director toma lo que en un simulador se entiende como un manejo cómodo y lógico de la cámara, y lo materializa en una colección de pasajes inimaginables. La destreza es tal, que se llega a asumir como un estándar. ¿Lo difícil es hacerlo fácil? Solo unos pocos genios consiguen apegarse a esa premisa reduccionista.
Conclusión de Le Mans '66
No es exagerado afirmar que "Le Mans '66"es una de las películas del año; por la épica que desprende su guion, el talento descomunal de su reparto, y especialmente, el tesón y habilidad de un cineasta que sigue demostrando estar a la vanguardia del Séptimo Arte. Bien es cierto que el ensamblaje de piezas no es tan ingenioso como podría llegar a ser, y que en ciertas ocasiones cae en esas mismas formas de las que se quiere desprender, pero sobre la línea de llegada, olor a neumáticos es igual de satisfactorio.
El director de Logan cocina una de las cintas más emocionantes de la década. Lo hace ayudado de un relato histórico cargado de épica, y un Christian Bale impertérrito. La colección de planos imposibles envuelven un pastiche de sensaciones del que es imposible escapar.
Altísimo nivel técnico y artístico en secuencias
Uno de los mejores Christian Bale de toda su carrera