Lejos de casa y bastante perdido. Una de las mayores virtudes de "Homecoming" radicó en la capacidad de adaptar la fórmula ligera y blanda de Jon Hughes en un relato de corte teen volcado hacia las nuevas corrientes culturales. A Jon Watts le salió bien la jugada en aquella ocasión. Rompía la heterogeneidad estilística que solo "Thor: Ragnarok" se había atrevido a efectuar, y proponía lo que podía ser la base de una nueva deriva en el UCM. "Spider-Man: Lejos de casa" recoge todo eso y lo manosea ignorando el contexto.
Creyendo que esta es una secuela directa de la primera entrega, el director predispone una premisa continuista que busca perfeccionar el humor y la ligereza de la saga con una historia casi igual de trascendente que la presentada en la llegada del héroe. Sin embargo Kevin Feige ya había dibujado durante los últimos meses lo que debía ser el final de la Saga del Infinito; el último capítulo de una historia comenzada en "Vengadores: Infinity War", proseguida en "Endgame", y finalizada en precisamente la nueva película de Tom Holland. Esta no podía ser una aventura más de sobremesa. Y es ahí donde la cinta choca consigo misma.
Esta crítica está libre de spoilers.
Mientras el guion de Chris McKenna y Erik Sommers intenta dibujar el dilema moral que padece un joven sobre el que ahora recae la responsabilidad de proteger el mundo, las formas por las que apuesta Watts van desbaratando uno a uno todos los caramelos dramáticos de ese desarrollo. Sí, Peter padece la pérdida de Tony, y sí, todos sus actos responden a la confusión de alguien que no sabe ni cómo gestionar el dolor, ni cómo afrontar el futuro. Pero "Spider-Man: Lejos de casa" no tarda en dejar de aprovechar ese contexto tan único para volver a sumergirse en su burbuja de chistes fáciles y villanos maniqueos.
No hay ningún tipo de tensión climática ni conclusión a los arcos presentados en los dos crossovers. Lo que propone la secuela es una historia sencilla de corte family friendly que no busca más que entretener. Sin intentar cultivar la épica que arrastraba la invasión de Thanos, ni proponer con seriedad las consecuencias que suscita un futuro sin Los Vengadores de por medio. Watts se vale de todo eso como simple pretexto para crear una píldora de ocio rápido que gustará a los fans menos exigentes del personaje, pero que se queda muy lejos de aprovechar las herramientas que le cedía el universo Marvel. Partiendo de esa aclaración ¿qué ofrece esta secuela?
Tras los eventos de "Endgame", no solo Peter intenta seguir adelante. El mundo busca como corregir lo que se ha denominado como "The Gap"; el lapso de 5 años que existe entre los desvanecidos y los que permanecieron en la Tierra. Vidas rotas, dolor parcheado de forma patillera, y una estructura socioculultural fragmentada por un evento que escapa de la razón natural. El guion sabe jugar astutamente con esto, y consigue generar, a lo largo de las más de dos horas de metraje, no pocas situaciones hilarantes. Tanto los diálogos como la propia premisa del viaje que emprende la clase de Peter se escudan con efectividad en este juguete narrativo.
Más allá de eso, el resto se presenta como un viaje europeo protagonizado por unos adolescentes ingenuos en busca de nuevas experiencias. Se podría hablar de un perfume similar al que el propio Hughes destiló en "Las vacaciones de una chiflada familia americana", pero lo cierto es que Watts sabe huir de las referencias más explícitas, apostando por una deriva hacia la acción tardía pero satisfactoria. La primera hora de "Spider-Man: Lejos de casa" es farragosa, sobreexplicativa y poco sorprendente. Con chistes que en esta ocasión no funcionan como lo hacían en "Homecoming", y un ritmo que roza la parsimonia más desesperante. Por suerte el director consigue salvar los muebles.
La irrupción de Nick Furia y Maria Hill en la vida de Peter le fuerzan a elegir una vez más entre su identidad como héroe, y su vida de estudiante tímido y enamoradizo. De esa diatriba nacen las escenas más interesantes de toda la secuela. Los intentos de ocultar su trajeteo superheróico respiran las mismas sensaciones tatuadas en las viñetas, y los consecuentes y constantes cambios de registro ayudan precisamente a desatascar ese arranque tibio. La película va encontrando su camino utilizando la acción y los efectos especiales como maquillaje de un guion torpe. Pero qué efectos especiales.
La presencia de Mysterio en la trama no termina tanto beneficiando a la propia narrativa como sí al núcleo climático de la historia. Y es que gracias a sus habilidades Sony es capaz de regalar algunas de las mejores escenas de todo el UCM; con movimientos locos de cámara, composiciones extraídas directamente de los cómics, y un peligro arbitrario que sirve de excusa para darle protagonismo al nuevo Sentido Arácnido de Peter -ahora llamado "cosquilleo". La recta final es una incansable secuencia de giros narrativos y escenas límite que expande la fórmula de "Homecoming" hacia entornos diversos -gran protagonismo del agua y el fuego- y de grandes dimensiones.
Sin embargo Watts no logra empacar una experiencia del todo uniforme. La tendencia de Marvel a instrumentalizar todos los sueños húmedos de los lectores termina convirtiendo ciertos elementos interesantes de la historia en simples macguffings. La trama es sólida pero carece de toda ambición, y aunque la evolución psicológica de Peter es el logro al que se agarra todo el guion para distinguirse de la precuela, no hay hechos materiales que aporten una plusvalía creativa real.
"Spider-Man: Lejos de casa" es el último disparo de una pistola que comienza a encasquillarse. Entretiene sin remedio porque está confeccionada para tal fin, pero las ideas que propone dejan entrever una fatiga creativa de la que no podrá salvarse la saga con simples pinceladas de fanservice. Las telarañas siguen aguantando el peso de las expectativas, pero ¿hasta cuándo?
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