A menudo, tengo la sensación de que en Netflix aparecen películas de las que nunca he escuchado hablar, largometrajes que llegan sin promoción y que se cuelan entre lo más visto de la plataforma de streaming. El caso de Ehrengard: El arte de la seducción es muy particular, porque se trata de un drama romántico danés ambientado en la aristocracia europea que parece más bien un spin-off nórdico de Los Bridgerton, que una película independiente. Quizás sea eso lo que más está atrayendo a sus seguidores, que la han aupado a la segunda posición del Top 10 de Netflix en España.
En el reino de cuento de hadas de Babenhausen, la búsqueda de un heredero por parte del monarca conduce a un escándalo y a una separación dentro de la familia real.
Sidse Babett Knudsen, Mikkel Boe Folsgard, Christopher Laesso, Alice Bier Zanden o Emilie Kroyer Koppel son tan solo algunas de las caras que completan el reparto de Ehrengard: El arte de la seducción, una película dirigida por Bille August y escrita por Anders Frithiof August y Jacob Jorgensen, basada en la historia de Karen Blixen.
Seguramente tengas la sensación de que Ehrengard: El arte de la seducción es una película menor, pero detrás de ella se esconde el director danés Bille August, que en los 80 se hizo muy conocido en todo el mundo con Pelle, el conquistador. Otras películas suyas más recientes e igualmente conocidas son El pacto (2021), Per el afortunado (2016), Corazón silencioso (2014) o Los miserables: La leyenda nunca muere (1998). Su carrera es lo suficientemente interesante como para dar una oportunidad a este romance clásico que, por desgracia, también se convierte en su proyecto más 'tradicional' y menos rompedor.
Aunque no lo parezca, Ehrengard: El arte de la seducción ha necesitado 10 años para llegar a Netflix. No lo comprendes cuando la ves, por lo que se trata de una de esas películas cuyo problema se encuentra en el guion. Un libreto que combina farsa y comedia de enredos ambientándose en la aristocracia europea (la danesa, en este caso), con un protagonista que se encuentra desconectado de la alta sociedad al ser un pintor pobre que pinta a miembros de la realeza.
Sin embargo, pese a ser una película demasiado tradicional, puede que le guste al público que no espera más que una versión ligera de Los Bridgerton localizada en Dinamarca, con un reparto de actores que está casi perfecto y una historia que engancha por todos los enredos que presenta.
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