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Análisis Pillars of Eternity: White Edition
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Análisis Pillars of Eternity: White Edition

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Seguramente todos conozcáis Pillars of Eternity, esa obra de rol con un sabor muy clásico que llegaba a nosotros a comienzos del año pasado y que nos transportaba a un mundo mágico, profundo y muy interesante. Esta obra, como ya comentamos en su momento, fue financiada gracias a una exitosa campaña de Kickstarter y sirvió a Obsidian, su conocida desarrolladora, a superar los problemas económicos que estaba atravesando, gracias a cosechar unos resultados increíbles a nivel de ventas y críticas.

Ahora, algo más de un año más tarde, Paradox, la distribuidora del título original nos trae de nuevo Pillars of Eternity en su edición White. Llega de esta manera con todos sus DLCs y algo de contenido extra como la maravillosa banda sonora, algunos fondos de pantalla realmente interesantes, mapa in-game o un póster. Pero, ¿merece la pena esta edición? Acompañadnos a lo largo de este análisis para descubrirlo.

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El mejor rol de los últimos años

No vamos a detenernos demasiado en comentar los aspectos del juego base, y es que en la web ya pudimos hacer en su día el análisis, al cual podéis echar un vistazo aquí mismo. Sin embargo, para ponernos en contexto, Pillars of Eternity es un juego de rol occidental de corte muy clásico, llegando a ser denominado como la secuela espiritual de los memorables Baldur's Gate.

Como ya os comentamos en su momento, el juego cuenta con un elaborado y difícil de dominar sistema de combate en tiempo real con la posibilidad de realizar pausas tácticas (parar el tiempo) para recolocar a nuestro personaje y sus aliados, así como ordenar distintas acciones que permitan acabar con nuestros enemigos. Sin embargo, una de las grandes virtudes de Pillars of Eternity es que, además de combates, ofrece una historia genial, entretenida, y que podemos amoldar a nuestros gustos a través de las múltiples decisiones que se nos hacen tomar; por no hablar de la excelente banda sonora y sus mil y una virtudes que lo convierten en uno de los mejores juegos de rol de los últimos años.

El mundo de Eora ya nos logró enamorar el año pasado con un juego base largo, difícil y sobre todo muy divertido, más si jugasteis en su momento a los grandes clásicos del rol como Baldur's Gate o los primeros Fallout. Pero desde Obsidian también han lanzado dos expansiones que llegaban al juego entre finales del pasado 2015 y comienzos del presente 2016, y que es en lo que vamos a concentrar los principales esfuerzos de este análisis.

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The White March - Part I

Todo el contenido adicional de Pillars of Eternity se concentra en The White March, una gran expansión que se divide en dos partes. La primera de ellas llegaba al título en septiembre del año pasado, trayendo algunas novedades al título y cambiando el peso de los diferentes aspectos. Si en el juego base el combate y la historia se trataban con la misma importancia, no es así en The White March - Part I, en donde se deja un poco de lado tanto la narrativa como la exploración para darle prioridad al combate.

La historia de esta expansión se inicia al recibir de forma automática una carta llegado cierto momento de la historia principal. A partir de ahí, el camino nos conduce a las tierras del norte de Dyrwood conocidas como la Ruta Calcárea, en donde deberemos hacer frente a peligros y enemigos que se interpongan entre nuestro equipo y la Forja Blanca, en donde antaño se forjaba el acero más resistente del mundo, haciendo un lugar próspero la cercana Batería de Durgan ; y es que este es nuestro objetivo, reactivar la forja para llevar la prosperidad a la aldea. Como veis, la historia es bastante menos profunda de lo que vimos en el juego base y convierte las misiones en meras excusas para ponernos a pelear con poderosos grupos de enemigos. A pesar de esto, es cierto que los diálogos siguen estando igual de bien escritos y hay algunas misiones secundarias más que interesantes.

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Pero el punto fuerte de esta primera expansión es, sin duda alguna, la jugabilidad. Se aboga desde el primer instante por ello, comenzando por ofrecernos dos nuevos personajes que nos acompañen en nuestras aventuras a lo largo de esta nueva e inexplorada tierra en la que, sin ninguna duda, toda ayuda será poca. Por un lado conoceremos al monje Zahua, un hábil guerrero en el combate sin armas; por otro lado tenemos a la Demonio de Caroc, un personaje que cuenta con un diseño espectacular y un trasfondo argumental que da para mucho más de lo que se ofrece. Paralelamente a la aparición de estos personajes, The White March - Part I nos trae nuevas armas especiales para diferentes clases, talentos y habilidades para hacer frente a los también nuevos enemigos, además de permitir que nuestro nivel de habilidad máximo pase de 12 a 14. Destaca lo bien balanceado que está todo, haciéndonos sentir que somos más poderosos de lo que éramos antes de comenzar con la expansión, pero permitiendo que el equipo ajeno a esta no se quede obsoleto. La dificultad aumenta bastante cuando entramos en The White March, y es que su base es constituir un reto incluso para los más hábiles. La IA de los enemigos es mejor que la del juego base y desde luego habrá que tener cuidado con los orcos, especialmente con los que se encuentren armados con un cañón capaz de desequilibrar cualquier batalla en nuestra contra.

Al llevarnos a estas tierras del norte, The White March nos presenta unos escenarios bastante distintos a los del juego base, en los que el protagonismo se lo llevan la nieve y el hielo. El genial aspecto artístico se vuelve a lucir en estos páramos gélidos de fantasía, en donde perderse es toda una maravilla.

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En cuanto a contenido como tal, esta primera expansión incluye varias misiones, tanto principales como secundarias y dos nuevas dungeons con las que alargar la ya de por sí larga experiencia de Pillars of Eternity un mínimo de 10 horas. Pero por poco que indaguéis en esta nueva región y los secretos que esconde, os iréis sin ningún problema más allá de las 15 horas de duración, constituyendo un DLC realmente bueno.

The White March - Part II

La segunda parte de la expansión de la historia de Pillars of Eternity llegaba a nosotros en febrero de este mismo año, retomando el equilibrio entre narrativa, combate y exploración que deslumbraba en el juego base, pero que la primera parte de la expansión había dejado un poco de lado. Sin embargo, para nada desaparece la epicidad de los combates, y es que cada uno de ellos se siente distinto y, sobre todo, importante; tienes la sensación de saber por qué combates en todo momento.

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La historia continúa en el punto exacto en el que la dejamos con la primera parte de la expansión, con la Forja Blanca produciendo el acero más duro del mundo y llevando consigo la prosperidad de la Batería de Durgan. Pero no todo es felicidad, y es que hay un nuevo enemigo al que hacer frente, uno que avanza incansablemente con propósitos concretos: el Rostro sin Mirada. Si hay algo que destacar de la parte narrativa de esta segunda parte es, desde luego, este enemigo. Es sobresaliente la forma en que se lo trata, dejando de lado clichés de "ser malo porque sí" y dándoles unas motivaciones más que creíbles para hacer todo lo que hacen. Un enemigo como este, con ansia de poder, dispuesto a ir a la guerra y sacrificar su vida para reclamar lo que considera suyo y defender sus ideales y creencias (incluso religiosas), constituye el mayor ejemplo de un apartado narrativo que roza la perfección, tratando toda la historia de forma épica, pero sin dejar de lado pequeños detalles que nos hacen personas.

Además de esto, destaca que en esta segunda parte, las misiones que debemos completar son realmente abiertas, es decir, tenemos diferentes opciones de completarlas, ya sea hablando de forma pacífica con los rivales, moviéndonos con sigilo o utilizando la fuerza bruta, entre otras opciones. Y lo mejor de esto es que el broche final a la historia, el fin de Pillars of Eternity llegará de formas distintas dependiendo de cada una de las decisiones que hayamos tomado, no solo en esta parte sino en la primera, recompensando mucho al jugador.

Como comentábamos más arriba, el ritmo de la acción un poquito más pausado que en la primera parte de la expansión combinado con una gran variedad de enemigos, logra hacer que sintamos cada combate como algo único e importante para el desarrollo de la historia. Por otro lado, es también destacable que de nuevo, igual que en la primera parte de The White March, se introducen armas y habilidades especiales para todas las clases, además de un nuevo compañero para nuestro equipo: Maneha la Bárbara. Es cierto que este personaje puede no tener el atractivo de los que se introdujeron en The White March - Part I, pero todo en ella huele a desenlace desde el primer instante, y por si fuera poco, su historia, aunque no es demasiado original, nos permite profundizar en el lore del universo, en concreto en el culto a la diosa Ondra.

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Por desgracia, en cuanto a la duración esta segunda parte sí que pierde respecto a la primera y es que, a pesar de las misiones principales y alguna secundaria (magistral, por cierto), la duración no se alarga nunca por encima de las 10 horas, y de hecho si no vamos extremadamente lentos nos quedaremos en unas 7 u 8. Sin embargo, sería muy injusto calificar negativamente a la expansión por este aspecto, y es que rebosa tanta calidad en todos los aspectos que cuando lo acabemos, lo último que pasará por nuestras mentes será pensar si ha sido corto o largo.

Conclusiones

En definitiva, Pillars of Eternity sigue siendo el maravilloso juego de rol clásico que ya nos conquistó el año pasado. Una jugabilidad difícil, dura de dominar pero muy satisfactoria; una historia excelente a todos los niveles, que permite tomar decisiones que sí importen al rumbo de los acontecimientos y que acaba con los clichés de "bueno y malo", incluyendo infinidad de tonos de gris; una duración que difícilmente resultará corta para nadie; un apartado artístico sobresaliente... ¿Qué más se le puede pedir a un juego con estas características? Pues una nueva edición con contenido adicional.

Y es justo esto lo que Pillars of Eternity: White Edition nos trae. Los dos grandes DLCs llegan ahora junto al juego base, para que disfrutemos del broche de oro que en Obsidian han querido ponerle a un título sobresaliente por sí mismo. Y como comentábamos al principio, esta nueva edición llega con maravillosos fondos de pantalla que reflejan el cuidado aspecto artístico del juego, una banda sonora que ningún fan del título podrá dejar de escuchar en bucle, un póster, un mapa digital y un manual impreso completamente en español. Tal vez si ya tenéis el juego y los DLCs no guarde nada nuevo para vosotros, pero si os falta algunas de las dos cosas, ni lo dudéis, Pillars of Eternity es, en todo su conjunto, una moderna obra maestra del RPG más clásico.

Redactado por:

Videojuerguista, lector y cinéfilo desde que tengo uso de razón. Hablo de videojuegos, cine, series o lo que me dejen. Incondicional del RPG clásico, lo indie y el wéstern. Me gustan los números y puedes encontrarme con una raqueta en la mano.