La industria española continúa dando frutos. A lo largo de este año, las desarrolladoras a nivel nacional han ofrecido múltiples creaciones, mostrando así un notable crecimiento sostenido que, sin lugar a dudas, nos permite vaticinar grandes años en un futuro próximo. A dicho respecto, como ya notificamos en su momento con el análisis de Flat Heroes, en 2018 hemos gozado de creaciones de la índole de The Red Strings Club, Moonlighter, Solo, Crossing Souls, y más, siendo aventuras que nada han de envidiar a los procesos creativos de otros territorios. Así, pues, Coven Arts se une al grupo a través de Inglorious, otrora conocido como Tribute of Rage, un híbrido entre MOBA y dungeon crawler que, pese a sus buenas propuestas, sólo aspira a una recomendación con grandes condicionantes.
En los últimos años, títulos de la estirpe de Dota 2 y League of Legends exponenciaron considerablemente la variante MOBA de los multijugadores estratégicos. Elegir un personaje, iniciar desde cero, luchar contra enemigos controlados por la IA y personajes manejados por otros jugadores, subir de nivel y obtener nuevas habilidades y equipamiento, luchar por el control de un territorio hasta avasallar las propiedades contrarias, entre otros aspectos, son las características más resaltantes del género en cuestión. Si bien este se ha visto parcialmente solapado por la presencia de los Battle Royale, variante que se adjudicó una inmensurable popularidad luego de la relativa hegemonía de los primeramente mencionados y los FPS en línea, aún se mantiene presente de manera considerable en el ecosistema actual del medio, realidad que Inglorious refleja pero, ciertamente, con limitantes que definen un rango no muy extenso en aspiraciones.
De esta manera, hallamos una estructuración simple: el usuario tendrá que escoger entre cuatro personajes, cada uno con su propia estética, habilidades y árbol de mejoras, para luchar por el control de cinco núcleos, los cuales están depuestos simétricamente a lo largo del mapa -dos en un campo, dos en el otro, uno en el centro-. Regularmente, enemigos aparecerán para intentar adjudicarse el control de los mismos, y eliminarlos será vital en pos de, primero, evitarlo y, además, ganar puntos de experiencia que aumentarán el poder de nuestro héroe y, asimismo, recoger almas. A dicho respecto, como en los congéneres anteriormente citados, el juego presenta un sistema de perks que nos ofrece tres opciones en niveles específicos, las cuales sirven para fortalecer aspectos como la duración de ciertos poderes, su alcance, el daño, entre otros, mientras que las almas de los enemigos caídos se utilizan para materializarlas en la cercanía de los núcleos, propios o de los rivales, para proteger o atacar cada punto.
De igual modo, a medida que el enfrentamiento avanza y erradicamos esbirros, obtendremos monedas que podremos invertir en una tienda para conseguir beneficios pasivos; desde mayor velocidad de movimiento hasta más defensa, podremos personalizar ciertos aspectos de nuestro campeón en cada partida, de modo que podamos adaptarnos a cada situación. Por su parte, la condición de victoria recae en conquistar la mayor cantidad de puntos antes de que culmine el tiempo de partida -cinco minutos-, un objetivo que impera tanto en la variante de un solo jugador como en la del multijugador a pantalla dividida, únicas dos modalidades que ofrece Inglorious y sobre las que, esencialmente, se puede ejemplificar el problema primordial de la producción: su falta de contenido.
Ante todo, es necesario resaltar que, sí, el juego divierte. Está bien hecho, y lo que presenta resulta entretenido. Sin embargo, no caben dudas en que el matiz más importante de tal afirmación recae en que el ocio desaparece fugazmente, y es que el título carece de variedad en múltiples sentidos. Pocos personajes, pocos modos de juego, pocas experiencias que difieran entre sí... A diferencia de las entregas de Valve y Riot, las cuales son capaces de convidarnos a un sinfín de partidas completamente opuestas gracias a un vasto elenco de personajes y a una magna conjunción de posibilidades, el trabajo de Coven Arts adolece un notorio vacío en su contenido que encasilla cada encuentro a un accionar que se torna monótono rápidamente, tedio que mengua su calidad como producto.
También de manera imperante, la inexistencia de un multijugador en línea, de marcadores, de rankings y similares se encarga de reducir sus posibilidades de variar en su propuesta, pues siempre es lo mismo. Aunque jugar con amigos es entretenido, y es donde se halla el punto válido que justificaría su adquisición, lo cierto que no es suficiente para erigir un juego al que, básicamente, le falta mucho en diversos ámbitos. Lo que concede a un jugador en solitario no es capaz de paliar sus carencias en todo lo demás ya que, precisamente, los MOBAs requieren de variedad para estar en la potestad de sostener una propuesta de peso; caso contrario, tan sólo será un intento destinado al fracaso.
Inglorious expone una buena idea, pero carece al llevarla a la praxis. Aunque forma parte de un género asentado, el cual goza de un público de grandes dimensiones, es difícil verlo posicionarse a la par de los más grandes representantes del mismo, en especial por la gran problemática que representa el no tener acceso a una variante en línea. En general, no muestra los argumentos suficientes para ganarse una recomendación, no obstante, si aspiran a jugar un MOBA sin necesidad de que sea en línea y con más de una plataforma, es una compra adecuada, incluso a pesar de sus ya remarcadas falencias.