''Necesitamos más videojuegos de piratas'' es una frase que podría estar repitiendo sin contexto alguno como un loro (con parche, por supuesto) todo el día: ¿Cuándo me llama mi madre para ver cómo estoy con las reformas de la casa? Necesitamos más juegos de piratas. -Cariño, ¿qué te parece este cuadro?- Me pregunta mi pareja el fin de semana al ir al museo del Prado. -Necesitamos más juegos de piratas-, le respondo yo. ¿Cuándo mis compañeros de gimnasio me saludan? ̶N̶e̶c̶e̶s̶i̶t̶a̶m̶o̶s̶ ̶m̶á̶s̶ ̶j̶u̶e̶g̶o̶s̶ ̶d̶e̶ ̶p̶i̶r̶a̶t̶a̶s̶ En realidad no saludo a nadie al entrar al Gym, porque me gusta hacer deporte sin socializar.
Ahora bien, aunque no haya verdad más grande que la que se esconde detrás de esas cinco palabras, lo cierto es que necesitamos más juegos de piratas, pero necesitamos que sean buenos juegos de piratas. Por muy desesperados que estemos aquellos que amamos la estética y la idiosincrasia de una cultura formada por gente que pillaba el escorbuto y cuya lista de delitos no cabe en la sala de servidores de datos en la nube de Google creo que lo suyo es cambiar la palabra necesitamos por merecemos. Joder, claro que merecemos un buen juego de piratas.
Es por eso que mi visión puede que sea algo más crítica que la del resto con respecto a Skull and Bones y el por qué de que el juego me haya dejado con sensaciones bastante encontradas después de haber pasado cuatro horas jugando a él.
Quizás esto surja de que la realidad es incapaz de satisfacer mi obsesiva apetencia por más juegos de piratas o porque ni siquiera yo mismo comprenda qué es lo que realmente quiero. Pero lo que si sé es que no sería sincero conmigo mismo y con vosotros si no me sacase de la cabeza la duda que hace que me arda el pecho con intermitentes fogonazos de intranquilidad: ¿Me ha gustado Skull and Bones? Pues... la verdad es que no lo sé.
Como mi compañero Ramón ya lanzó unas primeras impresiones sobre el juego desde una perspectiva más positiva y con un enfoque introductorio, ahora voy a centrarme única y exclusivamente en lo que pude probar yo, el endgame del juego, para no repetir lo que ya se ha dicho sobre Skull and Bones en múltiples ocasiones.
La prueba que jugué giró en torno a una de las principales novedades que estarán disponibles en el juego con su primera temporada de actualizaciones, lo cual me llevó a surcar los mares de Skull and Bones acosado por los barcos de una nueva flota llamada La Plaga, comandada por el primer Señor Pirata que llegará al juego y que recibe el nombre de La Peste.
El evento comenzaba completando una misión en la que tendríamos que destruir barcos enemigos (nada fuera de lo común dentro de un juego que va, precisamente, de destruir barcos enemigos) para, más tarde, afrontar el asedio de una fortaleza costera defendida por cañones de largo alcance, buques de La Plaga y torres vigía; cosa que terminó en un absoluto desastre: en mi equipo acabamos deambulando como pollos sin cabeza y desperdigados por los alrededores para acabar de vuelta a la lobby fingiendo en silencio que nada de eso había ocurrido.
No obstante, esta aleccionadora historia sobre por qué no hay que ir con el orgullo hinchado hacia uno de los contenidos más chungos del juego sin tener ni pajolera idea de jugar, tiene un inesperado giro de guion. Ubisoft quiso que nos estampásemos de frente contra aquel fuerte como ese padre que enseña a montar en bici a su hijo y ve cómo se lanza de cabeza contra un terraplén sin conocimiento alguno sobre qué es y para qué sirve el mecanismo de los frenos.
Todo ello fue una audaz estratagema para que comprendiésemos que en Skull and Bones hay diferentes roles (DPS, tanque y healer) y que será crucial que modifiquemos nuestro barco con el equipamiento adecuado antes de salir al mar. A partir de este mismo momento y, sobre todo, cuando cada miembro del equipo se pilló un barco que cumplía un papel diferente, las cosas fueron mucho más cuesta abajo.
El monstruo marino gigante con forma de serpiente a por el que fuimos después cayó abatido. La Peste, que hará las veces de jefe global para enfrentarse con todos los jugadores que pasen por allí, fue destruido en una increíble batalla naval donde el cielo se oscureció con las balas de cañón que volaban de un lado a otro. Las mecánicas de los combates comenzaban a cobrar sentido. Había algunas secuencias concretas en las que Skull and Bones comenzaba a ser disfrutable.
Quizás me haya dejado llevar por lo que esperaba que fuera Skull and Bones que lo que Skull and Bones realmente es y de ahí que tenga sentimientos encontrados: muy probablemente vuelva a jugarlo en algún momento futuro porque al final del día me ha parecido muy disfrutable, pero no puedo evitar pensar en ese universo alternativo donde el desarrollo del juego fue como la seda y el Ramón de otra dimensión está jugando al título con el que siempre soñó.
Siempre soy de los que defienden que hay que mirar un juego por lo que es, pero en este caso soy incapaz. No puedo jugar a Skull and Bones y que mi cerebro no me esté ametrallando con pensamientos de: qué guapo hubiera estado que, cómo habría molado que, puf, oportunidad perdida de... Y, aunque me considero una persona totalmente prudente y no tiene ningún sentido pedirle a GTA que tenga dragones, no puedo evitar volver a echar la mirada sobre aquello que he dicho al principio: Definitivamente, necesitamos más juegos de piratas; ojalá Skull and Bones llegue a ser ese buen juego de piratas que tanto nos merecemos.
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