Cuando salió Breath of the Wild en 2017 y una amiga me comentó que su novio había dictaminado que ''eso no era un Zelda'' porque ''no tenía las mazmorras clásicas'' y lo del mundo abierto le parecía ''innecesario'', me llevé las manos a la cabeza de pura incredulidad. Aquella persona, evidentemente, estaba fuera de sus cabales, pero qué de vueltas da la vida, en realidad: este mismo año, cuando tomé la decisión de droppear Tears of the Kingdom a las 30 horas de juego, me sentí bastante hipócrita. Había pasado de criticar la opinión de esa persona a adoptarla como la mía.
Supongo que la conclusión que saco de este proceso de más de siete años de mi vida se resume en que sigo pensando que la entrega de 2017 es uno de los mejores juegos de la historia, pero no necesito que todos los The Legend of Zelda sean Breath of the Wild.
Ahí es donde entró en escena The Legend of Zelda: Echoes of the Wisdom con una presentación en el Nintendo Direct de junio que me dejó con los ojos haciendo chiribitas. Seguía habiendo esperanzas para aquellos que queríamos disfrutar de un The Legend of Zelda diferente, sin que encubiertamente tuviéramos que considerarlo como un Breath of the Wild 3. Por suerte he podido probarlo durante algo más de una hora en un evento preview y parece que aún hay mucho Zelda más allá de Tears of the Kingdom.
La clave principal de este nuevo juego de la saga es que, por primera vez en la franquicia (sin contar spin-offs,) estamos verdaderamente ante La Leyenda de Zelda: de Zelda y de nadie más. Un movimiento decisivo para la creación de un nuevo setting argumental que nace de la necesidad de engendrar algo diferente; de coger el mundo de Hyrule y permitirnos explorarlo desde otra perspectiva diferente a la que se puede ver a través de los ojos de Link.
¿Cómo se consigue esto? Muy sencillo: pones a otro personaje que tiene una forma muy distinta de afrontar cada situación tanto por habilidades como por personalidad y lo tienes prácticamente hecho. En este sentido, el punto principal está en que Zelda tendrá la posibilidad de copiar muchos de los objetos del escenario (aparecerán indicados con un aura especial) para invocarlos en cualquier momento de la aventura.
Lo bueno de esta nueva mecánica es que nos dará la oportunidad de solucionar una misma situación de maneras diferentes entre sí. Por ejemplo, en el boss final de la mazmorra que pudimos explorar durante el evento, fue derrotado de formas diferentes por aquellos que llegaron a verlo: mientras un compañero utilizó un hechizo con el que puedes atraer cosas para sustraer la parte contaminada del jefe final, otro se dedicó a invocar una cuadrilla de murciélagos para que se lo fueran arrancando poco a poco.
En este mismo sentido, The Legend of Zelda: Echoes of Wisdom es un juego que va de plantear un problema común ante un amplio abanico de soluciones, donde todas ellas guardan una gran coherencia con aquello que se te propone al inicio de la aventura. Una prueba más de esa maestría que Nintendo tiene en cuanto a aquello de establecer una mecánica principal como punto de partida e ir ampliándola hasta hacerla llegar a lugares insospechados... Quizás no haga falta más que eso.
La sección del juego que pude disfrutar se corresponde con una secuencia jugable que está conformada por tres partes diferentes de un mismo viaje: escapar de un sitio, aventurarte por otro y explorar un tercero.
La narrativa implícita que hay detrás de estos sucesos sigue una linealidad que también se aprecia en los caminos que teníamos que seguir para ir de un lado a otro de la sección del mapa que tuvimos que explorar. Sobre todo, porque el juego nos marcaba más o menos en todo momento hacia dónde teníamos que ir, y porque el sendero estaba repleto de desvíos útiles, pero siempre encaminados hacia una dirección concreta.
Esta forma de concebir el juego, sin que todo tenga que depender de un mapa colosal totalmente libre, permite que las zonas secundarias que decides visitar no pierdan valor por quedarse diluidas entre todas las que no has explorado aún. No es que en Echoes of the Wisdom haya menos áreas a las que ir (en proporción y sentido es parecido a sus hermanos mayores), sino que están mejor colocadas. Y, gracias a esto, el ritmo del juego es mucho mejor al notar como tu TOC de exploración se satisface cada pocos minutos tachando cada rincón secundario sin que tengas la sensación de estar dejándote otros 100 por el camino.
Probablemente The Legend of Zelda: Echoes of the Wisdom sea justo lo que parece querer mostrar en sus tráilers o puede que en realidad se esté quedando con todos nosotros. Aquí he hablado de ofrecer una experiencia más condensada, pero solo jugué durante una hora y no hubo ni un solo microsegundo en el que no estuviera haciendo algo: explorando una zona, enfrentándome a un enemigo secundario, resolviendo un puzle, abriendo un cofre, descubriendo una aldea...
Quizás estemos ante un juego más grande de lo que parece o quizás no, siendo ambas posibilidades igual de positivas. Es posible que Nintendo acabe de dar en el clavo a la hora de crear una nueva subsaga que no deje atrás a aquellos que nos sintamos abrumados con Tears of the Kingdom y los mundos abiertos de 120 horas. Quizás, sea un juego capaz de recordarnos que lo más atractivo de esta saga nunca ha tenido que ver con el cuánto, sino con el cómo.
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