Llevo subiéndome a cosas con ruedas desde que tengo uso de razón. El skate ha sido desde niño uno de mis hobbies favoritos y a día de hoy subirme a una tabla sigue siendo algo que disfruto mucho. Es por ello que no resulta sorprendente que en mis aventuras por el mundo del videojuego me hayan llevado en varias ocasiones a lo largo de los años a subirme también a tablas virtuales. Tony Hawk's Pro Skater, Skate, los recientes Skate City, Skate Xl y Session o el arcade OlliOlli son algunos ejemplos de videojuegos de skate a los que he dedicado unas cuantas horas. Es por ello que, en cuanto tuve ocasión, quise jugar antes que nadie a OlliOlli World, esperando encontrar otro videojuego en el que tirar un buen puñado de horas de mi vida.
Aunque me lo he pasado muy bien con casi todos estos videojuegos, he de reconocer que todos tienen un denominador común: me han dejado, en cierto sentido, insatisfecho. Con el paso de los años he pensado en muchas ocasiones en ello y me he dado cuenta de que el motivo de mi desencanto con estos videojuegos es simple: no entienden el skate (o al menos no como lo entiendo yo). No se trata de una cuestión de realismo, adrenalina o espectacularidad. Se trata de entender el skate de una forma más profunda y casi reflexiva; de ir más allá de los trucos y saltos para darle un significado al subirse a una tabla.
Cuando me subo a una tabla no lo hago para aterrizar el mejor truco posible. Lo hago porque, en cierto sentido, soy más libre. "Desbloqueo" una manera completamente nueva de moverme que me hace ver el mundo de forma diferente. Ya no veo calles, aceras y muros; veo rampas, saltos y 'grinds'. Veo un mundo diferente en donde hago de la calle mi patio de recreo. En este sentido, hacer un kickflip por encima de un bordillo no es solo un truco para autocomplacerme o lucirme, ni tampoco para medirme a los demás y formar una tabla en la que tengo a gente por encima y por debajo. Es una forma de hacer mío ese bordillo, de apropiarme de ese espacio y resignificarme a mí mismo en el camino. Es una manera de sentirme auténticamente libre. Por ello, para mí tiene el mismo valor el mejor truco que pueda hacer que el simple hecho de patinar por una calle desierta. Porque en esencia, en ambos casos hago lo mismo: apropiarme de y resignificar mi ser en el mundo a través de una tabla y cuatro ruedas.
Esto es algo que la mayoría de videojuegos de skate no entienden. En las obras mencionadas al comienzo te subes a una tabla con el fin de hacer trucos: sacar la puntuación más alta, encadenar el combo más largo, escalar en una tabla de líderes online... Lo que yo quiero (y hago en la vida real) es que el truco salga porque estoy encima de la tabla. Que ese truco surja de forma orgánica, espontánea, como una consecuencia inevitable de mi nueva forma de moverme y entender el mundo desde encima del skate. Y OlliOlli World es una sorpresa porque es un videojuego que parece entender este concepto desde el principio.
OliOlli World integra esta visión del skate con lo que me gusta llamar un arcade narrativo. El sistema de puntuaciones y combos de OlliOlli sigue presente en la obra y los jugadores más exigentes serán capaces de hacer auténticas virguerías a los mandos para conseguir puntuaciones que yo ni siquiera creía posibles y medirse con el resto de jugadores online. Pero esto, como comentaba, a mí no me resulta especialmente interesante y lo que más me llama la atención es que OlliOlli World, al contrario que las dos entregas anteriores, es mucho más que ese juego arcade.
Como indica su propio título, el enfoque de OlliOlli World se aleja de la mera competición arcade para acercarnos mucho más a su mundo lleno de colores y criaturas fantásticas. Y lo hace como yo me acerco a ese mundo de rampas y saltos: subiéndonos a una tabla de skate. En OlliOlli World la puntuación es secundaria porque lo que importa es su mundo. No estamos en este videojuego para hacer los mejores trucos y combos, sino para recorrer su mundo, conocer sus escenarios y hablar con sus personajes. Los trucos llegan después de su mundo, como una consecuencia de atravesar las carreteras y rampas del videojuego,y no antes. OlliOlli World va, como el skate en la vida real, de apropiarnos de un mundo desde y a través de una tabla.
Este videojuego de Roll7 revoluciona la fórmula del arcade tradicional para contar algo a través de su mundo y sus personajes. Los retos, las puntuaciones y todos los sistemas más "hardcore" se sienten como una consecuencia directa de recorrer el mundo y no viceversa. Y, para mí, eso es el skate.
¿He visto mucho de OlliOlli World? La verdad es que no. La demo que he podido probar cubría tan solo una pequeña parte de dos de las cinco zonas del videojuego y no tenía demasiada narrativa. Pero ha sido suficiente para darme cuenta de que este videojuego de Roll7, pese a ser una obra con criaturas de todo tipo y un aspecto totalmente 'cartoon', es el videojuego de skate más cercano que he probado nunca a mi percepción de lo que es subirse a una tabla.
El aspecto visual lleno de colores pasteles, los personajes con diseños 'cuquis' y diálogos con tintes políticos, las animaciones exageradas y tiempos en el aire desorbitados... Todo en OlliOlli World tiene una mezcla de 'punk' (rebelde, alocado) y 'soft' (inofensivo, casi mimoso) que encaja a la perfección con la forma que tengo de entender el skate (no por casualidad tengo un pollito muy mono haciendo skate tatuado en un brazo). OlliOlli World parece hecho a medida para mí y, sinceramente, no puedo estar más contento con ello. Solo me queda decir, recurriendo a una de mis canciones favoritas: "shut up and get rad 'cause now it's time to skate or die".
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