Por qué cada vez tienes menos paciencia con los videojuegos (y no es culpa tuya): es el efecto TikTok
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Por qué cada vez tienes menos paciencia con los videojuegos (y no es culpa tuya): es el efecto TikTok

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¿Sufres de ansiedad al jugar videojuegos? Así es como puedes solucionar el problema

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Recientemente os he hablado del problema psicológico que supone el bullying en el multijugador online, y también los problemas que nos causa el FOMO en la industria de los videojuegos. Hoy, toca hablaros de algo igual de serio y, en algunos casos, puede que incluso más grave. Hay algo que he visto que está sucediendo últimamente y que antes no notaba. Veo a personas iniciar un juego nuevo, ven la cinemática inicial, avanzan un poco y, sin saber muy bien por qué, sienten una pequeña punzada de ansiedad.

Una impaciencia constante, pero casi imperceptible que los empuja a abrir el menú, mirar el mapa, comprobar si ya pueden desbloquear algo, o simple y llanamente mirar el móvil. Antes no era así. Antes todos (o la mayoría) podían pasar horas recorriendo un pasillo en Resident Evil 4, o ver una cinemática de 40 minutos en Metal Gear Solid 3: Snake Eater sin siquiera pensar en otra cosa. Hoy, si un juego no le da a los jugadores algo en los primeros diez minutos, como una recompensa, un estímulo o una chispa, sienten que algo está fallando. Y lo peor es que esto se está extendiendo por todo el mundo.

En la actualidad, vivimos en una época en donde los videojuegos nos lo dan todo, y lo hacen demasiado rápido para mi gusto. En menos de cinco minutos, Fortnite ya te ha emparejado con otras 99 personas en una partida. Genshin Impact te ha dado veinte recompensas por conectarte, y Hades te ha hecho morir y mejorar lo suficiente como para sentir una progresión inmediata.

Y ese es precisamente el problema: todo es inmediato, brillante y adictivo. Pero esa misma inmediatez, esa lluvia de estímulos constantes, tiene un precio muy elevado: cada vez toleramos con menos frecuencia la calma. Nuestra paciencia, como jugadores, se está erosionando como quien rompe un vaso de cristal. Y aunque solemos culparnos por ello, la realidad es que gran parte de la responsabilidad no es nuestra. Está en cómo los videojuegos modernos han aprendido a hablarnos directamente al cerebro.

El cerebro del jugador moderno, cada vez más degradado

Hace un tiempo, leí un estudio que me hizo abrir los ojos y notar lo que estaba sucediendo a mi alrededor: el trabajo de Walia y su equipo en 2022 sobre Video Game Addictive Symptom Level explicó algo que todos hemos sentido en algún ámbito, pero que cada vez ponemos en nuestras bocas con palabras: nuestros cerebros buscan una recompensa inmediata.

Cuando un juego nos entrega logros rápidos, recompensas constantes y un feedback instantáneo, activa los sistemas de dopamina (sí, otra vez la dopamina) que responden a la comida, las relaciones íntimas o el dinero. La dopamina no solo nos hace sentir placer, sino que nos motiva a repetir la acción que ha generado esa dopamina. Y justo ahí está la trampa: los juegos modernos están diseñados para activar esa señal con una precisión casi quirúrgica.

Piénsalo así. Cada vez que recoges un cofre en Genshin Impact, cada vez que sobrevives una reducción de área en Fortnite, cada vez que desbloqueas una nueva arma en Call of Duty, tu cerebro recibe un pequeño golpe de dopamina. Y ese golpe no es neutral: sirve para reforzar un comportamiento que es inmediato y satisfactorio. Pero a la vez, reduce nuestra tolerancia a algo que no es lentitud, pero en comparación sí es una demora notable. Un nivel de paciencia que antes nos permitía explorar un mundo abierto a nuestro ritmo, resolver puzles o sencillamente disfrutar de la atmósfera, ahora ya se siente demasiado superficial. Queremos resultados a la de ya. Y los queremos para ayer.

La sobreestimulación digital

No se trata de recompensas rápidas, sino de un diseño consciente. Los videojuegos actuales emplean lo que la psicología llama compulsion loops o bucles de compulsión: estructuras que enganchan al jugador con ciclos de acción-recompensa-repetición.

Si queréis un ejemplo fuera de los videojuegos, tenemos el efecto TikTok. Hacemos scroll, acción. Vemos un vídeo con muchos cambios cortos, recompensa, caemos en un bucle de adicción a la dopamina, repetición. En los videojuegos como Hades, morir no es un fracaso: es una oportunidad para mejorar, probar otra estrategia y obtener recompensas inmediatas que te motivan a intentarlo otra vez.

En Animal Crossing: New Horizons, cada día trae consigo pequeñas dosis de gratificación: la fruta madura, los peces que aparecen, y los vecinos que te saludan. En Genshin Impact, un juego prácticamente gacha ludópata, la promesa de un pull exitoso actúa como un refuerzo variable, similar al de las máquinas tragaperras. Una aberración en sí misma. Sin más.

Un estudio de 2023 publicado en Frontiers in Psychology mostró que estas mecánicas, aunque diseñadas para mantener la atención, afectan de manera directa a nuestra capacidad de mantener la atención. Los jugadores que consumen este tipo de experiencias con ritmos extremadamente rápidos, presentan más dificultades para tolerar tiempos de espera o pausas largas en otros juegos, incluso en tareas cotidianas del día a día, nuestros quehaceres de casa. Es decir, la paciencia se convierte de manera irremediable en un recurso que se agota y se degrada rápidamente.

The Legend of Zelda; Majora's Mask

Los videojuegos: de ayer y hoy

Recuerdo perfectamente cuando jugué a The Legend of Zelda: Majora's Mask por primera vez. Los puzles no te decían lo que debías hacer. Las recompensas llegaban tras explorar, equivocarte y volver a intentar algo. Había momentos de vacío, de espera y de incertidumbre. Hoy, muchos juegos modernos eliminan ese vacío. Las instrucciones están en pantalla, la historia avanza con cinemáticas automáticas y el jugador recibe una gratificación constante por prácticamente cualquier tipo de acción.

Esto no significa que los juegos modernos sean peores, de hecho muchos son brillantes y adictivos, sino que nuestra forma de experimentarlos ha cambiado por completo. La dopamina nos condiciona siempre a esperar recompensas rápidas, y nuestra tolerancia a la frustración disminuye. Títulos como Elden Ring, que exigen paciencia, exploración y superación de errores, pueden ser más desafiantes para los jugadores que están acostumbrados a la gratificación inmediata. La paciencia que antes se cultivaba jugando aventuras largas, ahora se ha convertido en un lujo escaso.

Control y fatiga mental en los videojuegos

Otra consecuencia de la sobreestimulación es la sensación de control. En títulos como Fortnite o Apex Legends, cada partida es corta, intensa y llena de estímulos visuales y auditivos. Sabemos que podemos mejorar y que podemos tener éxito si somos precisos, pero cada error duele más que el anterior. Al menos, a tu cerebro. La intensidad de la recompensa y la velocidad de la partida aumentan nuestra frustración cuando algo no sale bien o como queremos. Esto se amplifica porque la atención sostenida se agota más rápido: nuestros cerebros no están diseñados biológicamente para recibir tanta información en ráfagas constantes durante horas.

Y así, muchas veces, no es que no queramos jugar, sino que nuestro cerebro nos dice: "estoy agotado, basta por hoy". No estamos siendo débiles; simplemente estamos respondiendo a cómo los juegos modernos y las redes sociales han desconfigurado y atrofiado nuestro sistema de recompensa.

Pero, ¿podemos recuperar nuestra paciencia?

Entonces, ¿qué hacemos? ¿Nos resignamos a ser impacientes de por vida? No. Hay formas de entrenar de nuevo la paciencia y disfrutar de los videojuegos más allá de la satisfacción inmediata. Una de ellas es alternar entre videojuegos de ritmo rápido con experiencias más pausadas. Por ejemplo, tras una sesión de Fortnite, puedes jugar algo como Ghost of Tsushima, Dark Souls o The Last of Us Parte I, donde la exploración y el descubrimiento requieren tiempo y atención. También hay que establecer objetivos claros y pequeños, como intentar completar un mundo abierto entero, enfocándonos en una misión o puzle a la vez.

Por otro lado, tendríamos que evitar la sobreexposición a estímulos variables, limitando el consumo de lootboxes, recompensas aleatorias, mecánicas gacha y de repetición. No es algo prohibido, pero ser consciente del impacto ayuda a no depender de la dopamina instantánea. También es importante hacer otras actividades fuera de los videojuegos, como leer, resolver rompecabezas con una recompensa baja, pues ayudan a recuperar la tolerancia al tiempo y a la frustración.

La impaciencia no es para nosotros

Por naturaleza, no somos impacientes. Nuestra mente responde a señales, y los videojuegos actuales han aprendido a manipular esas señales con una precisión que da miedo. El problema no somos nosotros, sino un ecosistema de recompensas diseñadas para captar nuestra atención y mantenernos enganchados, a menudo pagando como precio nuestra paciencia.

Sin embargo, todavía hay esperanza. Reconocer cómo nuestra relación con los videojuegos ha cambiado es el primer paso. Elegir con consciencia qué jugar, cuándo y cómo hacerlo, nos permite recuperar el control sobre nosotros. La paciencia puede entrenarse de nuevo, y el disfrute profundo en los videojuegos también, ese que te hace perder la noción del tiempo, que te hace aprender del error y celebrar tus logros. Aún no se ha ido, sigue ahí, esperando a ser redescubierto. Porque al final del día, la cuestión no es solo cuánto jugamos, sino cómo jugamos y qué sentimos mientras lo hacemos. Y eso, creo con firmeza que vale mucho más que cualquier logro inmediato.

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Rescatador de indies. Obsesivo de los JRPG. Amante de las grandes historias. Ignoro la «Guerra de consolas». Eso sólo existe en la mente del más necio.

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