Estás en mitad de un tiroteo. Una lluvia de balas a cámara lenta se cierne muy despacio sobre ti. Ves enemigos de un rojo intenso congelados en su carrera hacia donde estás tú. Arma en mano, pisotean los restos de aquellos a los que acabas de destrozar. Todo es afilado. Silencioso. Inmóvil. La luz se refleja en los fragmentos de cristal rojo que cubren el frío suelo de cemento. Una pistola gira lentamente mientras vuela por el aire. Es el arma que un enemigo ha dejado caer cuando su cuerpo sin vida ha explotado en una lluvia de brillante metralla roja.
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