Juegos como Call of Duty o Assassin´s Creed se coronan periódicamente en las ventas internacionales cosechando cifras realmente sorprendentes. Estos juegos captan la atención de los jugadores en función de las preferencias individuales, ya sea el frenesí ocasionado por la saga estrella de Activision, Call of Duty, o el trasfondo narrativo embadurnado con tintes didácticos de Assassin´s Creed.
Aunque convergen a miles de jugadores y les deleitan con sus bondades, estos títulos entrañan una serie de cambios anatómicos mediante una exposición prolongada que optimiza las habilidades motoras, entre muchas más. Hay un sinfín de estudios destinados a la indagación de los cambios neuronales generados por los videojuegos, como concepto genérico y disgregado en géneros. Desde pequeñas mutilaciones en la materia gris -cuerpos neuronales y sus dentritas- encargada del procesamiento de información, hasta los cambios en la sustancia blanca -axones mielinizados- cuya tarea estriba en la transmisión de información. Es decir, hay indicios que apuntan a un mayor procesamiento y transmisión de información en los jugadores que invierten un relativo tiempo en los videojuegos.
¿Qué pasa con las habilidades motoras? Las destrezas sensoriomotoras, para puntualizar, son las encargadas de producir una respuesta motriz -movimiento-, ya sea tocar el piano, levantar pesas o lavarse los dientes. Estas habilidades han evolucionado adaptándonos a la permutabilidad del ambiente y han sido una fortaleza de cara a la supervivencia. Habilidades tan básicas como caminar, saltar o esprintar son sólo algunos ingredientes de la extensa receta que abarca. Pero vamos a lo importante, ¿cómo afectan los videojuegos en esta vertiente?
Los estudios confinados a estas investigaciones han experimentado con los juegos de acción. La explicación se debe a la prolífera reproducción de acontecimientos brevemente hilados que activan los sistemas de atención más complejos y exprimen mayormente el potencial de los usuarios. Cuando los jugadores perfeccionen estas habilidades son capaces de acrecentar la respuesta estímulo-acción, es decir, ojo-movimiento. Los soldados más diestros de Call of Duty o Battlefield saben atisbar rápidamente los enemigos y acribillarlos con metralla en cuestión de un segundo. Pero los aguerridos espartanos destinados a destituir el reino del Olimpo y diezmar la totalidad de los dioses también gozan de tales aptitudes; es innegable que God of War en máxima dificultad constituye un reto exigente.
Un estudio realizado hace un tiempo en la Universidad de Toronoto en Canadá se inspiró en resultados previos para profundizar más en las habilidades motrices y la incidencia que ocasionan los videojuegos en ellas. "Queríamos averiguar y comprender si la exposición prolongada a los juegos tiene un efecto sobre el control sensoriomotor, es decir, la función encargada de coordinar la visión y los movimientos de la mano", dijo Davood Gozli, dirigente del estudio.
Para llevar a cabo el experimento se crearon dos grupos, jugadores asiduos y no jugadores, y posteriormente cotejaron los resultados. Se le pidieron a ambos equipos que completaran una tarea cuyos participantes tenían que responder a un estímulo visual con la mano para verificar la velocidad de coordinación. La tarea establecía un patrón complicado y muy repetitivo.
Las respuestas durante los primeros momentos de la experimentación resultaron ser paralelas en ambos grupos, con una distinción mínima. No obstante, al final del experimento los jugadores asiduos obtuvieron resultados notablemente más satisfactorios que los no jugadores. Esto sugiere que la reproducción crónica de juegos de acción "no da a los jugadores una ventaja inicial fiable en nuevas y desconocidas tareas sensoriomotoras".
Posteriormente, para concretar más y desvincular los resultados anteriores de alguna hipotética habilidad inmanente al concepto"gamer" se repitió el experimento pero esta vez variando el patrón del estímulo, sin una reiteración continuada. El resultado manifestó una equivalencia en la puntuación de ambos grupos, lo que sugiere que los jugadores tienden a captar mejor patrones repetitivos respecto los no jugadores.
"Estos resultados son debidos a una optimización en capacidad de aprendizaje sociomotor de los jugadores, es decir, su experiencia de juego les permitió aprender mejor que los no jugadores", concluyó Gozli.
Esta eficiencia en las habilidades motrices tiene cierta repercusión en ámbitos laborales como la cirugía, donde la precisión del interventor es crucial para la supervviencia de los pacientes. Es por ello que muchos médicos practican sus aptitudes con juegos como Trauma Center New Blood, cuyos resultados son extrapolables a un hipotético caso real; aunque la tensión y presión momentánea a la operación conlleva el refuerzo de otras habilidades psicológicas ajenas a la motriz. Otros títulos como Brain Training potencian diferentes campos neurológicos, aunque su perfeccionamiento dependerá del hábito cotidiano.
¿Alguien duda de la inocuidad de los videojuegos? Con dosis moderadas, este arte nos brinda momentos inolvidables, nos expone tramas inauditas y, para colmo, nos mejora destrezas neurológicas.
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