La obra de Alan Moore está repleta de locos que se creen héroes, y de héroes que se creen locos. La percepción de la justicia enmarca a unos y otros en un lado de la balanza moral, e invita al lector a quedarse con los valores más afines a sus vivencias. Damon Lindelof lleva 7 episodios jugando con este mismo esquema; haciendo que los villanos parezcan héroes y que los héroes parezcan villanos. "Watchmen", en realidad, no deja de revolcarse en un relativismo algo incómodo para aquellos acostumbrados a posicionarse dentro de las ficciones.
Ni Joe Keene ni Lady Trieu son malvados. El primero quiere controlar a toda la sociedad estadounidense a través del terror (y de algún que otro poder extradimensional) pero lo hace pensando en una meta entendida como un bien común para los suyos; para la raza blanca y los supremacistas. La asiática responsable del Reloj del Milenio, por su parte, cree haber encontrado la respuesta al sufrimiento que arrastra la humanidad durante toda su historia. Ambas soluciones no son ni buenas ni malas, simplemente extremas.
Lindelof no inventa. Sigue hablando del mismo sesgo que llevó a Ozymandias a diezmar la población de Nueva York, y que empujó a los policías a ocultar sus rostros con máscaras. Claro que este afán por justificar los medios con el fin no niega la mayor más perturbadora que los recubre; la falta de humanidad ¿o el exceso de ella? "An Almost Religious Awe," abre las puertas a posar esa pregunta sobre la mencionada Lady Trieu, quien está mucho más implicada en los sucesos de Tulsa de lo que parece.
Hasta ahora se sabía que esta empresaria vietnamita había comprado la compañía de Adrian Veidt, y que era responsable de la construcción del misterioso Reloj del Milenio. En pasados episodios además se reveló que mantenía una conexión muy importante con Will Reeves, y es de esta misma de la que tira el showrunner el séptimo episodio para poner un poco en contexto tanta pregunta sin respuesta. Angela Abar, quien se encuentra en el imponente edificio para recuperarse de su sobredosis de Nostalgia, sirve de oídos y ojos para el espectador para varias revelaciones.
Husmeando por el rascacielos, Angela descubre una sala iluminada solo por un globo terráqueo. Al tocarlo, se proyecta en el fondo vídeos grabados de todas las confesiones que la gente ha hecho alrededor del mundo creyendo estar hablando con Jon Osterman. No, en realidad lo que estaban haciendo -la propia Laurie Black incluida- eran retratar un sentimiento social de la especie, que serviría solo para corroborar las hipótesis de Lady Trieu.
Cuando Doctor Manhattan se exilió a Marte, muchos se alegraron por el peligro que este suponía para la Tierra. Otros, sin embargo, se entristecieron perdiendo la figura que ejercía de salvadora ante la muerte del cristianismo (o la religión predominante en la zona). Es este segundo grupo de individuos el que ha estado dando uso a las cabinas para pedir intervención divina. Claro que en "Watchmen" dios sí existe.
Bian, esa joven inteligente y tímida que aparecía siempre detrás de Lady Trieu, resulta que no es su hija. Aunque por edad y rasgos físicos todo hacía pensar que ambas mantenían una relación de parentesco directa, lo cierto es que se trataba de una treta más de Lindelof. Esta chica con gafas, que se pasea ante Angela para hacerle algunas preguntas bañadas en claros tintes psicoanalíticos, tiene muchos más años de los que aparenta.
Bian le asegura que está trabajando en su propia tesis sobre la empatía humana, aunque el showrunner no termina de aclarar qué es lo que pretende ¿otra bomba de humo? Es, no obstante, sus palabras sobre un sueño siendo vieja y decrépita, lo que hace saltar todas las alarmas. ¿Ella también está tomando Nostalgia? La propia Trieu aclara el entuerto momentos más tarde, y de paso revela que esta joven es en realidad su abuela.
Sí, cuando murió, Trieu tomó los genes de la anciana, y la clonó con la esperanza de encontrar una suerte de inmortalidad en el espíritu. Con las dósis de Nostalgia pretende recrear sus recuerdos en un nuevo cuerpo, y así darle una segunda vida. Perturbador cuanto menos, y más si se piensa en una aplicación a escala global.
Entramos en terreno embarrado. Lindelof deja a lo largo del episodio distintas pistas en torno a las intenciones reales de Trieu. Por el momento se sabe que está colaborando con Will Reeves para detener los planes del senador Keene y su Séptimo de Caballería, pero la mente de esta empresaria va mucho más allá de eso. Angela entabla varias conversaciones con ella, en las que empieza a leer entre líneas. Metido en contexto, Trieu le explica por qué se terminó prohibiendo la Nostalgia. Cosa que entronca con su utopía.
Las pastillas debían servir para aliviar la pena de la gente, pero terminó convirtiéndose en una droga. El individuo no aprendía de los errores del pasado, sino que se recreaba en ellos para dejar de pensar en el futuro. Ahí entra en juego el Reloj del Milenio; un edificio que, según Trieu, servirá para que la humanidad mire hacia el frente. ¿Cómo? Sin una respuesta oficial, todo apunta a que pretende borrar los recuerdos a toda la humanidad, para que solo tengan una salida posible.
La duda ahora está en qué sociópata terminará saliéndose con la suya; si será Keene y su obsesión megalómana y racista, o si será esta empresaria con delirios de grandeza. "Watchmen" se enfrenta a su recta final arrastrada por tensiones que tendrán que romper los héroes del pasado y los del presente.
CONTENIDO RELACIONADO
La serie de Lindelof triunfó en la noche de los Emmy, ganando 11 estatuillas
La serie cuenta con un gran sentido de actualidad que se ha visto reforzado a través de la situación actual en Estados Unidos
La historia de estos nuevos comcis se situaría 35 años después del final del comic original
Eso sí, el creador cree que HBO continuará con la serie pese a su abandono
Cord Jefferson no está de acuerdo con los usuarios de HBO que aseguran que su obra defiende el trabajo policial
Lindelof ha revelado que estaría encantado de participar en las producciones del UCM y Disney Plus