Unidos en Ventormenta me ha hecho redescubrir Hearthstone, y no podría estar más contento

Mi relación con Hearthstone ha sido la misma durante los dos últimos años: no puedo separarme de él, pero no puedo estar siempre a su lado. Su magnífica propuesta itinerante y variada suele verse opacada por una comunidad incapaz de dar más importancia a la creatividad que a la competitividad, de forma que el ciclo se repite inexorablemente: llega una nueva expansión, me enamoro de las cuidadas novedades y los inéditos arquetipos y, más temprano que tarde, dejo de jugar con asiduidad por toparme con los mismos mazos una y otra vez. Amo el juego, pero odio a sus jugadores.

Así, he sido completamente sincero cuando he descrito las mil y un maravillas respecto a todos sus contenidos recientes, pero he decidido cambiar el enfoque para analizar Unidos en Ventormenta. Por ende, a pesar de que me encantó Cenizas de Terrallende, me encantó Academia Scholomance, me encantó Locura en la Feria de Luna Negra y me encantó Forjados en los Baldíos, escogí variar la forma en que he encarado cada una de sus evaluaciones, por lo que me ceñiré a lo estrictamente personal que ha supuesto para mí esta experiencia. Y, aclaro de antemano, no podría estar más contento con mi decisión.

Larga vida al tempo

Aunque es una apreciación subjetiva, considero que Hearthstone experimenta su mejor faceta cuando es jugado a tempo, es decir, de manera creciente durante el curso de la partida. A diferencia de los mazos agresivos, que solo se enfocan en utilizar sus cristales de maná para aporrear al héroe rival en partidas de 30 segundos, y a diferencia de los mazos de control, que solo se enfocan en utilizar sus cristales de maná para desquiciar al héroe rival en partidas de 30 minutos, el tempo muestra el mejor equilibrio de la obra: gestión de recursos, toma de decisiones y manejo de riesgos. Y eso es Unidos en Ventormenta.

Específicamente, la expansión ha traído consigo una nueva clase de cartas llamadas Cadena de misiones, un ejemplar legendario único para cada clase que, tras cumplir con ciertos requisitos, nos ofrece un beneficio. En esencia, sigue la mecánica de las misiones regulares pero actualizándose a lo largo de la partida y llegando a contar con hasta 3 rangos que conceden recompensas cada vez mayores. ¿El resultado? Un verdadero espectáculo de poder en donde un Mago puede hacerte 30 puntos de daño con cuatro hechizos y un Druida puede quitarte 20 puntos de vida en un solo ataque.

Puede parecer excesivamente alocado pero, en realidad, se torna coherente: acceder a los beneficios no es tan sencillo como parece. Los Pícaros, por ejemplo, tienen que jugar un número determinado de cartas del IV:7 para cumplir con sus objetivos, mientras que los Brujos deben sustraer un número determinado de sus puntos de vida en su propio turno. Para lograr las cadenas, entonces, es imperativo conformar los arquetipos de forma que el mazo sea equilibrado al principio, equilibrado en el medio y equilibrado al final, ya que lo importante es escalar en poder de manera paulatina, generando un constante 'toma y dame' que hace que cada encuentro sea más emocionante.

Además, la nueva palabra clave, precisamente, estimula la noción de que Unidos en Ventormenta no quiere que existan turnos monótonos en los que no hagas nada más que poder de héroe y pasar. 'Comerciable', entonces, te permite invertir un cristal de maná en devolver la carta en cuestión al mazo y robar una nueva con la intención de encontrar las respuestas que necesitas en ese preciso turno; no en el próximo, no en cinco turnos después, sino en ese mismo instante. Como consecuencia, Hearthstone es más dinámico, más apetecible y, sobre todo, menos mecánico. De este modo la experiencia de juego se torna más natural y, de cierta manera, se aleja de las concepciones lineales de las obras de cartas coleccionables.

Hearthstone siendo Hearthstone

En el resto de variables, no se me ocurre mejor forma de describir Unidos en Ventormenta que con la frase anteriormente resaltada: Team 5, una vez más, ha configurado un conjunto al que poco o nada se le puede reprochar en materia de diseños artísticos, efectos y composiciones sonoras. Aunque pasan los años, cada nueva expansión me hace sentir anonadado con la capacidad del estudio de homologar el universo de World of Warcraft de manera tan natural y cohesionada; desde los efectos de las cartas hasta sus nombres o incluso las mecánicas que representan, la totalidad de la expansión tiene sentido y coherencia en tiempo y espacio. Un trabajo nuevamente fenomenal.

Después de mucho tiempo, me he redescubierto en Hearthstone

Tras cada nuevo set, mi comportamiento era el mismo: abrir los paquetes, ver qué mazos funcionan en el juego con rango, probar arquetipos de todas las clases y venir aquí a hablar sobre ello. Y, sinceramente, no creo que haya sido un sistema inadecuado, pero admito que, tras permitirme probar algo distinto, Unidos en Ventormenta me ha dado la oportunidad de volver a encontrarme con el yo que jugaba a los juegos de cartas coleccionables por puro placer y no por la sistematización de mis pasatiempos.

En una época donde, en realidad, difícilmente encuentro regocijo en obras fuera de mis indispensables de toda la vida, poder sumar a Hearthstone una vez más a tal lista me alegra considerablemente. Sin embargo, para lograrlo, he tenido que dejar de lado el interés por vencer o por llegar a Leyenda, preocupándome más por lograr el objetivo último de los videojuegos: divertirme. Así, en el momento en que he decidido experimentar en lugar de copiar, me he sentido mucho más cómodo invirtiendo mis horas en la Taberna, pero creo que no hubiese sido posible sin esta expansión. Así que gracias, Unidos en Ventormenta, por permitirme redescubrirme en Hearthstone.