Cuando pensamos en el género de espías o el de fantasía, no es habitual imaginar una mezcla de ambos. Sin embargo, la genial película 'La forma del agua', logra que se unan de manera genial y cohesiva. Dirigida por el visionario Guillermo del Toro, esta obra maestra cinematográfica nos transporta a un mundo donde la fantasía se entrelaza con el espionaje, los monstruos cobran vida y el amor encuentra su camino en los lugares más inesperados.
La trama de 'La forma del agua' es un mosaico de intrigas y emociones. Situada en la década de 1960, en plena Guerra Fría, la película sigue la historia de Elisa Esposito, una mujer muda que trabaja como limpiadora en un laboratorio gubernamental de alta seguridad. Su vida cambia para siempre cuando descubre a una criatura anfibia cautiva en el laboratorio, un ser misterioso que despierta su empatía y curiosidad. La trama se despliega como un emocionante thriller de espionaje, con Elisa y sus amigos ideando un arriesgado plan para liberar a la criatura.
Uno de los mayores logros de la película radica en su elenco estelar, encabezado por la talentosa Sally Hawkins en el papel de Elisa. Con una actuación emotiva y poderosa, Hawkins logra transmitir una gama completa de emociones sin decir una palabra, dando vida a un personaje complejo y profundamente humano. Junto a ella, Octavia Spencer brilla como Zelda, la leal amiga y confidente de Elisa, aportando un toque de humor y calidez a la narrativa.
Pero más allá de sus personajes principales, 'La Forma del Agua' también nos presenta una galería de personajes secundarios igual de buenos, desde el coronel frío y calculador interpretado por Michael Shannon hasta el espía soviético con un corazón de oro encarnado por Michael Stuhlbarg. Cada personaje está meticulosamente elaborado, contribuyendo a la riqueza y profundidad de la historia.
Lo que realmente distingue a 'La Forma del Agua' es su audaz exploración de los monstruos y críptidos desde una perspectiva totalmente nueva. En lugar de retratar a la criatura como un monstruo aterrador, Del Toro opta por presentarla como una figura misteriosa y fascinante, capaz de despertar la compasión y el afecto. Esta reinterpretación del monstruo como un ser vulnerable y empático desafía las convenciones del género y nos invita a cuestionar nuestras propias percepciones de lo que significa ser humano.
Además, la puesta en escena de la película es simplemente espectacular. Desde los deslumbrantes diseños de producción hasta la evocadora cinematografía, cada detalle está cuidadosamente elaborado para sumergir al espectador en la atmósfera de la década de 1960 y evocar el estilo visual de las películas clásicas de espías. La música de Alexandre Desplat, ganadora del premio Óscar, complementa perfectamente la narrativa, añadiendo una capa adicional de emoción y suspense.
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