La idea a partir de la cual se encendieron mis intenciones a la hora de preparar este artículo surge de una contradicción de lo más estúpida: intentar crear algo que vaya a favor de la responsabilidad ciudadana sin que se pierda esa chispa de desenfado que muchas veces son capaces de proporcinarnos los videojuegos. Porque, precisamente, fue justo cuando estaba viendo las noticias y me imaginé a una entidad no muerta corriendo detrás del reportero que daba el parte cuando nació esa idea estúpida: recomendar diez videojuegos de zombies para llevar mejor la cuarentena del coronavirus.
Lo malo es que ahora mismo mi mente se encuentra oscilando en una línea que posee dos extremos bien diferenciados: aquel que me dice que no conviene frivolizar con una crisis mundial y, por otro lado, otro que me insinúa que no hay mejor momento que el presente para hacer eso mismo con simpatía y buenas intenciones. Sea como sea y sabiendo que ya es muy tarde para echarme para atrás, procedemos a recomendaros un buen puñado de juegos que han mirado a los ojos al apocalípsis zombie para ofrecer experiencias de lo más variadas y, sobre todo, universos en los que, irónicamente, apetece sumergirse; aunque eso sí, desde la seguridad que nos ofrece lo virtual y la comodidad de sentirnos cómodos en el mullido y calentito sofá de nuestra casa. Él nunca nos traicionaría.
Cuando uno imagina en su cabeza la figura de un zombie es muy complicado que, inmediatamente después, no aparezca la de Joel. Ya no tanto por el demacrado aspecto que adquiere el personaje al intentar luchar contra unas circunstancias que le superan tanto a nivel práctico como emocional, sino porque Naughty Dog supo retratar a la perfección qué ocurriría si el mundo se viera afectado por este tipo de distopías con una aventura que, en esencia, pinta una imagen global a través de la perspectiva intimista que nos narra la relación humana entre dos personas.
La aventura de Joel y Ellie es una de esas que hay que atravesar si uno verdaderamente ama el género apocalíptico. Sobre todo porque, al margen de un sistema jugable tremendamente efectivo y un ritmo narrativo medido con escuadra y cartabón, The Last of Us no solo es una oda a los videojuegos de zombies, sino a cómo estos pueden conformarse como el contexto perfecto para que las historias de no muertos alojen, a su vez, historias sobre la vida misma.
De leyendas centradas en la linealidad pasamos a propestas que intentan enfocar sus virtudes en la composición de un mundo abierto que se encuentre sometido a una de estas plagas. Days Gone fue uno de esos títulos que intentaron demostrar que las cosas pueden salir bien a pesar de los obstáculos que se presenten por el camino. Porque, aunque este generase bastantes opiniones divididas en su lanzamiento, el título de Bend Studios ha logrado conformarse como una propuesta digna de explorar, tal y como ya reflejábamos en nuestro análisis de la obra:
''El resultado final acaba ofreciendo una obra que en cuanto a ambientación roza el sobresaliente, que permite ser disfrutada sin muchos problemas y que nos ofrece una gran cantidad de contenido y horas de duración. Podría ser mejor, pero tampoco cabe olvidar que es un proyecto del que puede disfrutar casi cualquier jugador y que se ha esforzado mucho en ofrecer aspectos muy interesantes como todo lo relativo a los elementos RPG, hecho que aumentará su atractivo a un mayor público''.
Si paramos nuestros pies por un momento dento de la acelerada vóragine de propuestas que surgen a diario de la industria del videojuego, nos daremos cuenta de que existen ciertas voces que se alzan para intentar dejar un mensaje en el aire: el género de zombies empieza a encontrarse sobresaturado. Una afirmación que la parte más impulsiva de mi cerebro quiere confrontar no solo porque ame todo lo que tiene que ver con los productos culturales que se inspiran en la figura del zombie, sino por la idea de que esa temática no es, ni mucho menos, exclusiva a los tiempos que corren.
Con esto quiero decir que los videojuegos de zombies ya comenzaron a dejarnos con propuestas inolvidables hace unos años como, por ejemplo, Resident Evil 2. Y qué mejor manera de reivindicar un género que nos lleva acompañando desde hace décadas que con el remake que Capcom lanzó el pasado año de este último. Sobre todo porque el mayor realismo que han adquirido sus mecánicas y su apartado técnico impulsa aún más reacciones físicas que el original nos provocaba; concretamente los sudores fríos y aquellas taquicardias que nos hacían parar el juego cada cierto tiempo. Ojo, no porque fuéramos mucho más cobardes de lo que intentábamos aparentar, sino por intentar disfrutar del juego de forma más pausada con una serie de autoengaños que, pensándolo en frío, efectivamente hacían que pensáramos que no éramos mucho más cobardes de lo que intentábamos aparentar.
Aunque no sea un gran defensor de aquellos títulos que intentan buscarle un giro cómico demasiado forzado al apocalípsis, lo cierto es que hay algunos estudios que cuentan con el suficiente talento como para que su visión colorista de este tipo de distopías conjuguen a la perfección con una propuesta jugable tremendamente efectiva. Y, precisamente, Sunset Overdrive sería uno de los títulos cuyas virtudes se yerguen sobre esa misma mezcla.
El título de mundo abierto de Insomniac Games nos ofrece varios elementos en los que queda patente la personalidad del estudio: una enorme variedad de armas locas con los que causar estragos en la horda, un sentido del humor que lanza chascarrillos por los que a uno le da hasta rabia reírse y una esencia desenfadada que se enreda de forma sumamente acertada con esas dósis de acción que tanto pueden llegar a dispararnos la adrenalina.
Podría parecer que el atractivo del género que aquí nos ocupa empieza con el chasquido que hace nuestra arma al disparar y acaba con el crepitar del cráneo rompiéndose del zombie al que disparamos. No obstante, existen propuestas que intentan amoldar lo que es capaz de ofrecer el apocalípsis a otro tipo de márgenes jugables, tal y como ocurre con State of Decay 2.
El título de Undead Labs propone un mundo abierto en el que la gestión de nuestro asentamiento de supervivientes será el núcleo en torno al cual girará todo los demás. Sin embargo, uno de los más grandes aciertos que posee State of Decay 2 es que intenta acercarnos a una experiencia de supervivencia sin recurrir a las trampas jugables típicas del género para que el agobio que sintamos en la partida no sea fruto de situaciones artificiales. Con esto nos referimos en que si se nos muere un superviviente en State of Decay 2, deberemos decirle adiós para siempre; si reventamos el motor de un coche, este pasará a ser una conglomerado de hierros inútil; y, si ya hemos saqueado una casa en forma de recursos, esta pasará de ser un cofre del tesoro a aquello que sobra en un apocalípsis: escombros y ruinas.
Techland se planteó el pasado año 2015 una pregunta que llevaría a su equipo creativo a dar con una de las fórmulas más exitosas del género que se han visto en los últimos años: ¿qué pasaría si nuestro protagonista fuera algo más que una entidad inútil que comienza a jadear del cansancio a la primera de cambio? Este planteamiento hizo que Dying Light naciera con la intención de ofrecer a la comunidad de jugadores una experiencia donde las hordas de no muertos podían ser sorteadas a través de una acción concreta: corretear por los tejados.
Con un mundo abierto que cuenta con un diseño de niveles bien medido y con una propuesta que sabrá generar en nuestro corazón una sensación de agobio de lo más electrizante, Dying Light se posiciona ya no sólo como uno de los mejores títulos a los que ha dado vida el género, sino como uno de los más llamativos de los últimos años en general.
Si Dying Light es el resultado de aquella pregunta que Techland se planteó y que hemos mencionado previamente, Dead Island sería su mismo origen. Principalmente porque las ideas más atractivas de la propuesta que ocupa nuestra atención en estas mismas líneas se derivan de la fragilidad de sus protagonistas: son seres humanos que se cansan al correr, al golpear y que necesitan armarse hasta los dientes para poder hacer frente a la horda.
Si a esto último le sumamos un juego que implementa toques RPG en una experiencia que transcurre en un enorme mundo dividido por zonas sumamente amplias y que, además, alojan en sus adentros múltiples misiones principales y secundarias, podríamos afirmar que Dead Island es uno de esos viajes ante los que merece la pena sucumbir.
Si hay algo que me atrae de World War Z es la honestidad con la que intenta transmitirnos sus principales intenciones. Principalmente porque estamos ante un título que no trata de esconder sus profundas inspiraciones en la fórmula Left 4 Dead y, aún así, es capaz de ofrecer una experiencia lo bastante distintiva como para haberse ganado el derecho de brillar por sus propios méritos.
En World War Z recorreremos una serie de escenarios desde un punto A a otro B al mismo tiempo que vamos llevando a cabo una serie de objetivos sobre la marcha. No obstante no es aquí donde la obra de Saber Interactive esconde su magia, sino en aquellas situaciones en las que el juego nos pondrá frente a una descomunal horda de no muertos; tan descomunal que no se ha conseguido algo semejante en otros propuestas que basen sus virtudes en el número de zombies que aparezcan en pantalla.
Sería muy hipócrita por mi parte que girara la cabeza con respecto al sector que ha ayudado a dar una segunda vida al género del apocalípsis zombie: aquel que se ha erguido valiéndose del fenómeno independiente. Es por ello que la penúltima elección de esta lista está orientada a destacar uno de esos videojuegos indie que han sabido darle una vuelta de tuerca al género: Death Road to Canada.
Death Road to Canada es un juego de gestión en el que tendremos que ir atravesando varios escenarios en busca de supervivientes y recursos para poder llegar con vida a la frontera canadiense. No obstante, Death Road to Canada emplea uno de esos elementos que tanto bien ha hecho al diseño de videojuegos en los últimos años: el azar. La obra que aquí nos ocupa nos hará extremar la precaución en nuestro viaje presentándonos eventos aleatorios que irán encaminados a hacernos sudar de la tensión: una emboscada de bandidos que reduzca mucho el nivel de gasolina de nuestro coche, una tirada de comida que se ha puesto mala y ya no nos sirve de nada o la siempre inevitable périda de recursos humanos ante la horda de no muertos, por mencionar algunas las maniobras que el juego usa a la hora de complicarnos la vida.
La última elección que hemos realizado para rematar la lista que ha ocupado nuestra atención en este artículo está orientada hacia un juego que posee una misión clara: demostrar que el género de los títulos de zombies cuentan con unos márgenes de lo más flexibles y, sobre todo, que sus posibilidades podrán llegar hasta donde nuestra imaginación también lo haga. Hablamos, volviendo a poner los pies en la tierra, de They Are Billions; un título que mezcla aquello que nos podemos encontrar en un título de estrategia tradicional con los horrores de los muertos vivientes.
Lo mejor de They Are Billions, lo que de verdad hace que destaque sobre otras propuestas más allá de su curiosa mezcla de géneros, tiene que ver con que tratará el apocalípsis como lo que es: un auténtico infierno donde la sociedad deberá gestionar sus recursos al milímetro para no colapsar ante la amenaza externa. Y decimos ''externa'' porque la dinámica principal del título de Numantian Games consiste en resistir tras las murallas de la ciudad que gestionamos a la horda de cadáveres que intentan invitarnos a su fiesta de inertes intenciones.
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