La conexión que se produce entre nuestro cerebro y lo que va ocurriendo en pantalla en un videojuego siempre me ha parecido fruto de la magia pero, en realidad, no es más que la concatenación de una serie de reacciones químicas en la que los músculos de nuestros dedos reaccionan a los diferentes estímulos que ven nuestros ojos. Pero hay algo tremendamente hermoso en ese mismo proceso: lo bonito no es que ocurra, sino que suceda con tanta precisión; algo que se propicia en juegos como Bayonetta 3 para convertir la jugabilidad en lo que mejor ha definido siempre lo que es un videojuego.
En este mismo sentido, lo puedo decir ya. He probado Bayonetta 3 durante un par de horas y aquí estoy sentado ahora: intentando buscar formas de amenizar una espera que se me va a hacer especialmente larga por el hecho de que en ese rato con el juego mi cerebro habrá recibido muchos más estímulos que los que le llegarán en los próximos 15 días. Pero, ¿por qué me ha molado tanto? Os lo explico a continuación.
Si Kamiya me pillara haciendo alusión a una canción de reggaeton para hablar de su obra probablemente me bloquearía en Twitter... o mandaría a mi casa una banda de ninjas en patines que disparan rayos láser por la boca mientras van haciendo malabares con cráneos de animales que no han sido descubiertos aún. Así es Bayonetta 3, en realidad; esta tercera entrega de la saga es un bellísimo sinsentido de espectaculares secuencias en las que la acción es tan excesiva que parece que Kamiya a jugado precisamente a eso: a ofrecernos un barrizal en el que nos revolquemos como cerdos de puro placer jugabilístico.
Parte de la culpa de todo esto la tiene, por supuesto, la ambición que queda patente en esta tercera entrega. Bayonetta 3 no es bebesita: no es un juego que se conforme con ser la continuación de otro. Bayonetta 3 es bebesota: es una secuela que se arriesga y que entiende que, cuando has sabido ir de lo grande a lo pequeño en anteriores entregas, en la tercera puedes hacer lo que te de la real gana.
La cosa es que podría estar intentando hacer todas las hipérboles que se me fueran ocurriendo para describir el delicioso festival absurdo que es Bayonetta 3, pero en algún momento tendré que hablar de su sistema de combate; de qué cambia y qué se queda. De cómo Platinum sigue haciendo virguerías y fintas para dejarnos con la cadera en el suelo mientras emitimos un silencioso ''gracias, Kamiya-san'' por la boca. A continuación, os lo cuento todo en audio; como si fuera ese amigo pesado que te insiste hasta el vómito con un juego solo que, esta vez, sí que vale la pena.
¿A qué tipo de fuerzas oscuras tengo que acudir para que llegue ya el 28 de octubre?
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