Cuando empiezo un Xenoblade Chronicles, siempre me ocurre lo mismo: las primeras horas de juego se convierten en un ir y venir de tutoriales, de explicaciones sobre combates (necesarias) y exploración (no tan necesarias) que me saturan y obligan a ponerme Fall Guys o cualquier título online en el que no pensar demasiado. Pero una vez transcurre ese tramo inicial, se abre ante mi uno de los mejores exponentes del JRPG que existen en plataforma alguna. Y estas sensaciones se han vuelto a repetir con Xenoblade Chronicles 3.
Me han encomendado que os cuente mis primeras impresiones sobre este Xenoblade Chronicles 3, pero en lugar de contaros lo bonito que es gráficamente (en serio, ha mejorado una barbaridad respecto a su anterior entrega, y se ve muy definido en la pantalla de Nintendo Switch) o lo complejo a nivel jugable, he preferido narraros mi odisea (sin spoilers) en este mundo de guerra y violencia, de vacío y existencialismo, en el que se ha convertido Aionios.
Mucho debe cambiar Xenoblade Chronicles 3 de aquí al análisis para que no supere la nota que le di a la segunda entrega (9,8 para los más curiosos). Todo comienza como debe empezar un buen Xenoblade Chronicles: se abren ante mi casi 40 minutos de secuencias de vídeo de la más alta calidad, y por cierto, con una elevada carga de violencia y belicismo nunca antes vista en la saga.
No miento al decir que este comienzo puramente cinematográfico se me hizo un tanto largo (cuando juegas tras el trabajo, a veces estás cansado como para asimilar tal nivel de narrativa), pero en cuanto me enseñan el combate, descubro que la saga no ha cambiado en absoluto, y tan solo ha evolucionado hacia la perfección. Una jugabilidad pulida y muy bien pensada para que tanto noveles como experimentados descubran ante si una combinación perfecta de sencillez (ataques automáticos que continúan siendo la base) y estrategia (ya verás cuando descubras todas las posibilidades, que no comentaré hasta el análisis porque requieren de un estudio pormenorizado).
Por cierto, en mis primeras horas de juego, lo que más me llamó la atención es el basto mundo abierto que se abría ante mis ojos: si bien no lo es como tal, al menos no si se compara con Xenoblade Chronicles X, aquí cada una de las zonas en las que se divide Aionios puede traducirse en horas y horas de exploración. Además, hay una serie de coleccionables que me recuerdan bastante a las torres de The Legend of Zelda: Breath of the Wild, aunque su descubrimiento no se traduzca en revelar una porción de mapa.
En fin, la única duda que tengo a estas alturas del juego es saber si su historia me encantará tanto como la de Xenoblade Chronicles 2, o si el toque belicista que he visto en sus primeras horas de juego me distrae del conflicto principal. De todas formas, es pronto para dejar mis conclusiones a nivel argumental, por lo que si queréis leerlas, tendréis que esperarlas al análisis final.
Por cierto, me sorprende lo mucho que explota Monolith Soft el hardware de Nintendo Switch. En Xenoblade Chronicles 3 no vais a encontrar resoluciones bajas como en anteriores entregas, ni frecuentes caídas de FPS: el motor gráfico se ha pulido, e incluso en el modo portátil se ve casi perfecto.
No solo es un título precioso que entra por los ojos: también es una obra divertidísima, con un profundo sistema de combate y con un mundo que se abre ante nosotros poco a poco, sin prisas, pero sin pausa. Xenoblade Chronicles 3 es, a día de hoy, el mejor juego de Nintendo Switch, y uno de los mejores JRPG de la historia, y mucho tiene que cambiar la cosa de aquí al análisis para que cambie estas conclusiones.
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