Casi cuatro han sido las horas que hemos podido jugar a DOOM Eternal en su versión de PC y varios cientos son los entes infernales que han caido de un plumazo (y varios cartuchos de escopeta) a nuestros pies. Al margen de estos números, la nueva obra de la franquicia que se vio reiniciada hace unos años tiene las matemáticas bien claras: porque si hay algo tan cierto en esta vida como que ''dos más dos son cuatro'', es que la mano editora de Bethesda y la artesanía de id Software dan lugar a shooters cuyo diseño dibuja una ecuación que, aunque en esta ocasión repite los mismos factores que se conjugaban en el juego anterior, ha logrado echar abajo todo tipo de escepticismos.
DOOM Eternal viene preparado para demostrar que es más salvaje, está más pulido y se siente más alocado que el original; porque el buen rato que hemos estado sentados delante de la pantalla siendo testigos del festival de partículas e intestinos colgando ha servido para obtener una afirmativa respuesta a la siempre espinosa pregunta de: ¿realmente necesitábamos más?
Parte de la pregunta que hemos lanzado un poco más arriba viene pronunciada por una voz que entona unas palabras clave: el DOOM de 2016 era un título con un diseño pulido a la perfección y cuya jugabilidad era el sostén principal del resto de ideas que quería ofrecer. Sus responsables lograron dar con un diamante que estaba exento de toda aspereza; hasta llegar a un punto en el que parecía inconcebible que uno de los lados de este pudiera pulirse aún más. Una creencia que DOOM Eternal ha agarrado por el tórax para abrirla en canal, pisotear sus tripas y bañarse con sangre en una demostración de que, al menos en esta ocasión, parece que ''más si es mejor''.
Si tuviéramos que meter la mano dentro del sombrero de las ideas de de id Software y escoger una a destacar de la obra que aquí nos ocupa, sin duda sería la que apunta a que la acción de DOOM Eternal siguen siendo igual de sorprendente y estimulante que la que servía de combustible a su predecesor. Lo nuevo del estudio vuelve a ofrecer aquellos enfrentamientos donde tanto la sensación de tiro del arma como la que experimentamos cuando los proyectiles impactan con los enemigos son las dos referencias principales, demostrando que sus creadores conservan esa sabiduría que señala que la mitad de la experiencia del juego debe girar en torno al hecho de disparar.
La otra mitad que completa la mezcla tan satisfactoria que DOOM Eternal propone con su jugabilidad hace referencia a su sistema de control y movimiento del personaje. Porque no hay nada más importante para el reinicio de la saga que hacer que nuestra habilidad a los mandos vaya acorde a la que el marine tiene a la hora de despachar demonios y, precisamente por eso, resulta crucial que el jugador cuente con un manejo sumamente preciso de las acciones que puede llevar a cabo en el mundo que hay tras la pantalla. Y más aún si nos encontramos ante un título cuyas situaciones se yerguen a través de la mismísima concepción del caos. Es ahí, justamente, donde DOOM Eternal vuelve a dar en el clavo. Justo en esa zona tan placentera que existe entre lo caótico y lo contenido; entre lo delirante y lo ordenado; entre ese millón de cosas que suceden a la vez y un sistema de control medido con escuadra y cartabón.
No obstante, es en las posibilidades que tenemos al movernos donde id Software nos enseña el lugar en el que reside la verdaderia magia del reinicio de DOOM: aquel en el que el estudio reincide en dar una vuelta más a aquellos elementos de diseño que parecían inamovibles. Es ahí donde DOOM Eternal propina un golpetazo encima de la mesa al proponernos nuevas formas de movernos por los escenarios como, por ejemplo, el ya famoso gancho retráctil, la opción de escalar y saltar entre paredes o la posibilidad de agarrarnos a una barandilla e impulsarnos en el aire gracias a ella.
Aunque nuestra misión transdimensional de acabar con todos aquellos habitantes del infierno resulte de lo más estimulante, DOOM Eternal es consciente de que necesita unos mecanismos añadidos que ayuden a que el jugador no pierda interés en lo que hace a largo plazo, siendo aquí donde entran en juego los sistemas de progresión. La obra de id Software vuelve a confiar en su predecesor para no romper con la fórmula que este estableció en relación a estos últimos y, en consecuencia, tratar de mejorar su propuesta intentando ir un paso más allá en el camino.
A los ya conocidos sitemas de mejora de armas en los que podremos desbloquear un modificador de disparo para cada una, se suman otros relacionados con el traje y con una serie de runas que nos otorgan habilidades pasivas adicionales en combate. Sin embargo, lo realmente interesante se desprende no tanto de los efectos que logremos al aumentar las capacidades del marine, sino del proceso a través del que obtendremos los puntos necesarios para progresar por dichos sistemas.
Al haber un mayor número de opciones y capas de progresión, DOOM Eternal se ha visto en la obligación de ser más grande que el original. Algo que se traduce en la idea de que, al existir un catálogo más amplio de requisitos a cumplir para mejorar nuestras capacidades, los mapas del juego se han convertido en zonas mucho más extensas. Principalmente porque hacen falta más recovecos que alojen en sus adentros esos ansiados recursos. Ahora las áreas secretas son más numerosas y, además, a la misión principal se solaparán una serie de desafíos secundarios que deberemos cumplir para poder obtener más de los ya mencionados puntos.
Justo en este proceso es en donde DOOM Eternal lleva a cabo un movimiento sumamente inteligente; uno que consiste, esencialmente, en que el desbloqueo de nuevas armas y habilidades se encuentre lo bastante bien distribuido durante la aventura (al menos en las primeras horas) como para que no estemos más de veinte minutos sin encontrar algo nuevo. Haciendo que, cada pocos enfrentamientos, siempre contemos con alguna nueva golosina que añada un matiz más a las maneras en las que podemos arrasar con el nauseabundo ejército del infierno.
La tercera punta del tridente que queremos destacar en estas impresiones tiene que ver con la intención patente de DOOM Eternal por ampliar las fronteras de la franquicia, tanto en el diseño de sus mecánicas como, de forma literal, en los lugares hacia los que nos llevará su viaje. Lo nuevo de id Software posee una intensa querencia por demostrar que su universo es mucho más rico y que va más allá de Marte o de los salones del inframundo.
DOOM Eternal conforma el terreno idóneo en el que demostrar que, si el infierno escondía en sus rincones una belleza gótica de lo más ambivalente, nuestro planeta tierra no se queda atrás; aunque, eso sí, esté cubierto de bastante más polvo de lo que ya lo está y vaguen por él hordas de demonios que no tienen la más mínima idea de que se están metiendo en la boca del lobo. No obstante, las intenciones de DOOM Eternal de ser más grande no solo se da en los lugares que nos propone recorrer, sino en las proyecciones de futuro que plantea sobre la franquicia. Sobre todo porque el título presenta un lore y narra una historia que no se emplea para buscar una justificación a la matanza que protagonizamos, sino como una excusa para poder seguir llevándolas a cabo en un universo que, ahora sí, parece contar con una capacidad mayor de albergar historias y narraciones más completas y cohesionadas.
Si hay una conclusión clara que podemos sacar tras el rato que hemos podido jugar a DOOM Eternal es que id Software no busca reinventar la rueda con él, sino añadirle más aristas al radio que ya creó con su predecesor. El nuevo título del estudio se ha visto en la necesidad de expandir la experiencia del original al querer explorar nuevas ideas. Y, lo que sí podemos decir con respecto a esto último, es que las novedades logran llegar a funcionar sin entrar en contraste con las bases bien asentadas de la entrega que salió en 2016.
DOOM Eternal es un título menos atrevido, pero más consciente de aquello que lo hace brillar; es menos transgresor, pero con un puñado de ideas mejor organizadas y más claras; es menos sorprendente, pero más DOOM que antes. Es, en definitiva, el fruto del árbol prohíbido por el que realmente hubiera valido la pena ese mordisco que echó a Adán y Eva del paraíso. Porque, gracias a DOOM Eternal, ahora podemos alejarnos de la mitología escalofriante que existe en torno a los demonios y aplastarles los sesos contra el suelo. En el nombre del padre y de aquel pobre diablo que se cruce en nuestro camino.
CONTENIDO RELACIONADO
Aunque parezca imposible, se puede jugar a DOOM Eternal en una calculadora de 10 dólares
Yo también me acabo de enterar de que las patatas pueden generar electricidad
En apenas unos días, esta actualización estará ya disponible y llena de contenido
id Software también prepara una vuelta de tuerca para la vertiente multijugador BATTLEMODE
Bethesda ha subido este espectacular tráiler con las características del título para la consola de Microsoft de nueva generación
Bethesda y NVIDIA han colaborado para traer este brillante pack a unos pocos elegidos