Hablar de Studio Ghibli es hablar de arte en movimiento. Si el nacimiento de la animación moderna se la debemos a Walt Disney, su cúlmen y perfección se encuentra en los pinceles de un japonés. Cuando en 1983 se produjo la conjunción de Hayao Miyazaki e Isao Takahata, no solo se encontraron dos formas de entender la cultura nipona, sino que confluyeron dos de los artistas más talentosos del último siglo. Pocos son los que a día de hoy reniegan de los hitos de este estudio de animación, y sus éxitos han dado la vuelta al globo. Cada una de sus cintas son un reclamo a la belleza del mundo, pero también a los efectos del hombre sobre este. Sin embargo, cuando en realidad se produjo la verdadera revolución no fue en la década de 1980, sino más de veinte años después. No es ni la que más esfuerzos supuso, ni de la que más orgullosos se sienten sus creadores, pero lo cierto es que "El viaje de Chihiro" fue la película que enamoró a la crítica mundial.
"Sen to Chihiro no Kamikakushi" fue la duodécima cinta del estudio, y la primera y única en obtener el Oscar a la mejor película de animación. Se estrenó en el año 2001, aunque la cabeza de Miyazaki empezó a pensar en ella casi dos años antes. Cuando Toshio Suzuki le convenció para que abandonara el proyecto sobre el que estaba trabajando ("Rin the Chinmey"), ni él ni nadie pensó que estaba comenzando la gestación de una leyenda. Además del Oscar, "El viaje de Chihiro" también logró hacerse con otros 28 galardones entre los que destaca un Oso de Oro, y un BAFTA. Consiguió recaudar casi 30 millones de yenes por todo el mundo y se colocó de facto como una de las películas de animación más taquilleras de toda la historia. Pero ¿Qué hace tan especial a "El Viaje de Chihiro"?
Cuando se estrenó esta película, Hayao Miyazaki ya cargaba con la experiencia de otras cintas de gran calidad. Muchos consideran a "Mi Vecino Totoro" como la más importante en la historia del estudio por lo que supuso, y a "La Princesa Mononoke" como la más trascendental. Sin embargo con la historia de la familia Ogino dieron un paso que antes no se habían atrevido a dar. Para los fans, el trasfondo y mensaje de cada una de las películas es quizás la parte más atractiva, y es que Hayao Miyazaki siempre ha sido un firme defensor de la naturaleza y el medioambiente, y eso es algo que ha quedado reflejado en todos sus trabajos. Pero con "El viaje de Chihiro" decidió dar un salto de fe hacia la existencia del propio ser humano. Aquel que es responsable del deterioro del planeta, y quien tiene la responsabilidad de cuidar aquello que le ha dado la vida.
El principal punto de anclaje de la película son sus personajes. Pero más allá de quedarnos con el carismático Haku, o la avariciosa Yubaba, la auténtica protagonista de toda la historia es la propia Chihiro. Hasta ese momento no habíamos visto en la historia del cine y la narración a un personaje que sufriera una evolución tan profunda durante su viaje. Miyazaki quiso dejar claro desde un primer momento la intención que tenía con esta cinta al reflejar en el título el trasiego de emociones por el que pasaría la pequeña ninña. Chihiro, al igual que el resto de protagonistas y personajes no es ni buena ni mala. Si hay algo que ha caracterizado al Studio Ghibli es por dejar de lado el maniqueísmo y las convenciones narrativas para adentrarse en un profundo mar de grises y matices de reflexión.
Chihiro representa el convulso viaje de la niñez a la madurez. Todos y cada uno de los acontecimientos que le suceden son fases importantes dentro de la evolución vital de cualquier persona. Desde que pierde a sus padres por sus propias avaricias, se adentra en el mundo adulto con todo lo que ello implica. Puede que no le roben el nombre, pero se sentirá atada. Puede que haga amigos, pero le pondrán más de un obstáculo en el camino. Miyazaki quería reflejar el choque que se produce entre la vitalidad de la juventud y un mundo cansado y ciego. Durante ese conflicto Chihiro es capaz de evolucionar, adaptarse, cambiar y madurar. Todo lo que sucede esconde una motivación detrás, y nada queda al azar.
En ese proceso de cambio y madurez, la identidad tiene un papel importante. Cuando un niño abandona los roles de la infancia entra en conflicto con la propia creación de su 'yo'. Es lo que comúnmente conocemos como adolescencia, y que en la película está representada por la vieja Yubaba. Este personaje que de primeras pudiera parecer un simple villano con motivaciones vacuas, representa el poder de las palabras y los nombres. Gracias a su imperio de trabajadores sin nombre, ha logrado extirpar la voluntad de todos aquellos que se ponen a su servicio. Cuando Chihiro entra a trabajar a los baño termales es capaz de presenciar en primera persona el vacío tras el precipicio, pero tiene la fortuna de recordar su propio nombre.
"El viaje de Chihiro", como cambio, trae nuevas experiencias a la vida de la protagonista. Esta niña de 10 años experimenta por primera vez lo que es el amor. Haku es el encargado de portar los sentimientos que más tarde ella recogerá de forma tímida como infante que es. Aquí el amor no es entendido de forma occidental, ya que Miyazaki tiene una visión bien distinta de entender este mágico sentimiento. Lejos de pulsiones carnales, la afección resulta una fuerza mucho más trascendental y duradera de lo que solemos acostumbrar. El amor no implica sentimiento de posesión o deseo, sino de aprecio. Por eso durante la película no vemos ningún gesto de Haku hacia ella. El amor está presente no solo entre estos dos personajes, sino que entronca directamente con el propio mensaje del largometraje y la crítica que hace Miyazaki a la propia sociedad japonesa de pos Guerra.
Madurar implica abandonar unas cosas para abrazar otras. Es siempre un proceso doloroso y complicado, y nunca previsible o extrapolable. "El viaje de Chihiro" llegó en el momento preciso y de la forma adecuada. Durante los años siguientes el Studio Ghibli daría vida a otras tantas obras de arte, pero la magia de esta película no se consiguió replicar. Su éxito quizás no pasó por su excelente acabado técnico, sino por su mensaje. Hayao Miyazaki consiguió ejemplificar los pecados de la sociedad a través de los ojos de una niña pura y no contaminada por los intereses individualistas del ser. Chihiro es la narradora omnisciente de su propia aventura, de la de todos nosotros.
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