Ghost in The Shell es sin lugar a duda una de las obras más complejas e innovadoras que ha conocido el mundo del arte visual. Nacida de las manos del genial mangaka Masamune Shirô, la saga ha influido sustancialmente en películas como "Matrix" y "GitS". La creatividad del autor para plasmar el universo futurista que rodea a la trama, unido a una urbe en decadencia, acompaña perfectamente al mensaje metafísico que podemos interpretar en cada cuadro de la obra. La identidad del ser y la naturaleza del pensamiento, lo que realmente nos hace ser humanos y nos diferencia del resto de entes, son los pilares estructurales de este relato muy adelantado a su época.
Para poder evaluar este film en profundidad debemos remontarnos a 1995, año en el que se publicó la primera película de animación de "The Ghost in the Shell" con Mamoru Oshii como director. Oshii también se encargó de dirigir la secuela: "Ghost in the Shell: Innocence". El nivel técnico y artístico del film original es de tal calidad que encontramos muchas referencias al mismo tanto en trama como en escenografía en la saga "Matrix", que tomaría su inicio cuatro años más tarde de la mano de las hermanas Wachowski.
La trama gira en torno a una de las misiones de la Mayor Motoko Kusanagi, una cyborg que dirige las operaciones de las fuerzas de seguridad de la Sección 9. Dicha sección es la encargada de los delitos relacionados con la informática y tecnología. La naturaleza inorgánica de Motoko le permite realizar acciones imposibles y acceder a localizaciones donde ningún ser humano osaría a poner un pie. En "The Ghost in the Shell" la Mayor persigue a un delincuente tecnológico conocido como The Puppet Master (El maestro de títeres). Este delincuente es capaz de hackear literalmente la esencia o espíritu de un ser humano (el "Ghost" de una persona) y obligarle a hacer lo que le plazca.
Un thriller policíaco que se entremezcla con la intensidad de un mensaje profundo e inherente a nuestra propia existencia forma, en su conjunto, una obra perfecta. ¿Está entonces "Ghost in the Shell: El alma de la máquina" de Rupert Sanders a la altura de su predecesora?
Es indudable el aprecio que se ha mostrado a la obra de Shirô. La contienda interna entre la parte humana y la parte cyborg de la Mayor se puede sentir en el largometraje, así como el cuidado con el que se ha desarrollado a la protagonista y a sus compañeros. La escenografía es sobresaliente y terriblemente creativa. El trabajo de fotografía es tan impactante que en muchas ocasiones apetece guardar la imagen en pantalla y usar muchas escenas como nuestro fondo de escritorio. Podemos encontrar detalles cuidados milimétricamente en cada rincón y en cada plano. Nada está dejado al azar, lo que conforma una atmósfera perfecta para el desarrollo de la trama. Encontramos cientos de referencias visuales no sólo al film que da lugar a este trabajo, sino a películas reconocidas universalmente como son "Matrix" o "Paprika". En este sentido, el espectador se va a dar un atracón de efectos especiales como no se ha visto en años.
Sin embargo, todo lo anterior queda eclipsado por la más que evidente occidentalización de "Ghost in the Shell". Resulta difícil evaluar este film sin recurrir a la experiencia previa, pero los evidentes fallos de guión que observamos ayudan considerablemente a la labor. La trama intenta entrar en la psique del espectador aportando ideas sueltas que cuestionan la identidad humana, pero falla al centrar este esfuerzo en frases ominosas ya trilladas por el sobreúso y giros narrativos tan inesperados como absurdos. Por si esto fuera poco, el concepto del "Ghost" queda supeditado a unas escasas referencias en momentos concretos.
Los desvíos de la historia principal han sido cuidadosamente estudiados para ofrecer acción trepidante en detrimento de la coherencia. Sanders ha extirpado quirúrgicamente las secciones cuya narrativa se basa en el estilo japonés pausado, comedido y extenso que dan vida al verdadero mensaje de "Ghost in the Shell", las ha modificado para adaptarlas al formato Hollywoodiense y posteriormente ha añadido referencias visuales y literarias para que el espectador no abandone por completo el contexto. Probablemente se haya considerado la idea de contentar así a un abanico más amplio de audiencia, pero es tan notable la desconexión entre las referencias y el contenido propio que llega a resultar molesto. Nos encontramos ante un vaivén entre lo viejo y lo nuevo que no consigue adoptar una forma concreta. Si disfrutaste de la versión de 1995 es muy posible que salgas disgustado de la sala.
Como ya hiciera su predecesora, "Ghost in the Shell: El alma de la máquina" deja caer todo el peso argumental en la Mayor Kusanagi. Scarlett Johansson consigue hacer suyo el personaje desde el principio de forma arrolladora. El hecho de que sea una actriz americana interpretando a un personaje asiático puede resultar chocante como en cualquier adaptación occidental de una obra de Anime, especialmente para los seguidores mas acérrimos de la animación japonesa. El escepticismo en el terreno del anime a lo Hollywood está más que justificado. No resulta fácil borrar de nuestra memoria absolutos desastres como "Dragon Ball Evolution" o "Street Fighter". Sin embargo, esto queda olvidado rápidamente ante la calidad de su actuación. Resulta muy complicado interpretar a una protagonista que difícilmente muestra sus emociones y que, a la vez, guarda en su interior una terrible lucha interna. A pesar de todo, Scarlett logra una ejecución creíble e intensa, que compensa en cierta manera las carencias del film.
El equipo de la sección 9 no se queda atrás, si obviamos el hecho de que sean los únicos occidentales que pueblan la urbe. El jefe Arakagi está interpretado por el maestro Takeshi Kitano y agradecemos profundamente poder escuchar su voz original en japonés. Su actuación, aunque breve, resulta irreprochable, si bien aparece en escenas previsibles y manidas.
Batou es el compañero perfecto para nuestra protagonista en todas las versiones de la obra. Es simpático y carismático, pero nunca deja su profesionalidad de lado y es uno de los agentes más preparados para entrar en acción. En el largometraje aparece representado por el danés Johan Philip Asbæk, quien hiciera de Euron Greyjoy en la aclamada serie "Juego de Tronos". Su caracterización es impecable, resultando tal vez la representación más fidedigna del personaje original de todo el elenco de la película.
El frente antagonista es, precisamente, donde radica gran parte de la problemática de este proyecto. Sin entrar en spoilers, el lado del mal es tan fluctuante como previsible. El guión se pierde por completo intentando sorprender al espectador con los vaivenes morales del enemigo público número uno, pero falla una vez tras otra. Es aquí donde Sanders se aleja del estilo narrativo japonés, basado en la profundidad y en la amplitud de interpretaciones de la misma realidad, y deja su huella buscando el plot twist rápido y fácil. Resulta incluso insultante comparar los motivos y el desarrollo del antagonista de esta película con los del original. Lo que aquí vemos es un rival tópico, con un objetivo extremadamente simple y un trasfondo sobreexplotado que rápidamente relacionaremos, en nuestra memoria, con otros personajes del mundo del cómic americano que comparten historia y modus operandi.
Michael Pitt borda su interpretación sobrepasando las limitaciones que el guión ejerce sobre su personaje. Por otra parte, Peter Ferdinando roza la sobreactuación en demasiadas ocasiones.
Nos encontramos con un film cargado de efectos y luz que nos transportará a planos visuales que no visitábamos desde títulos tan innovadores como "Blade Runner", "Matrix" o "Avatar". Scarlett Johannson muestra una vez más su capacidad para llevar el peso del protagonismo de una película de acción y sirve como pilar para que la película no se caiga por su propio peso. El lastre de la cultura cinematográfica occidental hace mella rápidamente en el resultado, cayendo en el tópico rápidamente y perdiendo intensidad hacia al final. El guion es confuso, absurdo y previsible y no consigue sino aumentar aún más el escepticismo general sobre el buen resultado de la adaptación de un Anime. La originalidad queda relegada únicamente al plano artístico y esto es más perjudicial aún, si cabe, al observar el potencial que realmente tenía y que el director no ha querido o no ha sabido mostrar.
"Ghost in the Shell: El alma de la máquina" es una buena película de acción, pero una terrible adaptación. En cómputo global, es absolutamente innecesaria.
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