Hace ya casi 30 años que se estrenó el primer capítulo de "Los Simpson", la peculiar serie de animación que hacía uso de un humor socarrón y un estilo gamberro con el que, a lo largo de estos años, millones de personas han reído y disfrutado alrededor del mundo. Sin embargo, lejos de mantenerse con esta peculiar familia amarilla, el creador de la serie, Matt Groening, ha seguido buscando y explorando propuestas para llevar su fórmula a las pantallas de todo el globo; como es el caso de "Futurama" en 1999, o la serie que hoy nos ocupa, "(Des)encanto".
"(Des)encanto" es la nueva apuesta del conocido dibujante, escritor y productor americano que, en colaboración con Netflix, busca llevar ese humor tan propio y que tan buenos resultados ha dado a una ambientación de fantasía medieval. ¿Cómo? Intentando no perder por el camino toda esa crítica social y referencias culturales que caracterizan sus creaciones. Nosotros ya hemos podido disfrutar de los dos primeros capítulos de esta nueva apuesta y os traemos una crítica, totalmente libre de spoilers, de este teatrillo de locuras "groenianas".
"Si algo no está roto, no lo arregles", es la frase que en esta ocasión le viene como anillo al dedo a Matt Groening. El conocido dibujante ya avisaba hace unas semanas de que "(Des)encanto" sería una "Futurama" en la edad media, y la verdad es que no se me ocurre una definición más clara y concisa para la serie. La apuesta de Netflix mantiene el tono sarcástico de "Los Simpson" y lo adereza con ese toque gamberro de Fry y compañía para lograr un viaje agradable y entretenido por Dreamland.
Pero si hay algo el dibujante ha demostrado saber hacer a lo largo de los años eso es alinear el tema de sus obras con las preocupaciones sociales coetáneas. "Los Simpson" llegan a finales de los años 80, presentando una exageración de la vida diaria de una familia americana envuelta en los cambios sociales, y retratando la problemática de la época; "Futurama" se estrena a finales de los 90 centrándose en el futuro, ese loco escenario con coches voladores que prometía la llegada del año 2000; y "(Des)encanto" nos lleva al pasado como una excusa para hablar de un tema actual: el feminismo y la ruptura masiva con el rol tradicional de la mujer, el cual abraza sin dudar desde el primer minuto.
Bean es la principal protagonista de la nueva serie, una princesa rebelde con la que Groening da rienda suelta a su crítica social y a través de la cual abraza el feminismo, el romper con los estereotipos de la mujer convencional. Y lo hace, como en él es habitual, con poca sutilidad, exagerando cada acción, cada palabra y hasta el diseño visual. Lejos de ser una princesa bella y dócil que se somete al control de los hombres toscos de este mundo medieval, Bean es una princesa atípica, con una cierta adicción al juego y a la bebida, que tiene muy claro lo que quiere y no duda en plantar cara a quien ose interponerse.
La princesa protagonista es el pilar en torno al que gira y se desliza "(Des)encanto". Sobre ella no solo recae la mayor parte del peso narrativo -como es obvio- sino que además sirve de plataforma y altavoz para la crítica y reivindicación de carácter social que siempre rodea el humor de Groening. Y lo cierto es que funciona a la perfección; Bean resulta carismática, llega bien introducida por los acontecimientos y, al igual que ocurre con los personajes principales de "Los Simpson" y "Futurama", logra desenvolverse sin problema teniendo todos los focos sobre sí. Parte y reparte el ritmo intercalando momentos de acción e instantes cómicos de manera muy habilidosa.
Junto a esta atípica princesa nos encontramos con sus compañeros Luci y Elfo, dos personajes rocambolescos con los que Groening busca generar sinergias confrontando diferencias. Ahora bien, mientras Bean hace de piedra angular para la producción, y vehículo para los mensajes feministas, estos dos acompañantes se prestan mucho menos frescos y recuerdan más a obras anteriores de Groening. Elfo es la representación de la ingenuidad y la inocencia, mezclando rasgos de personajes como Ned Flanders o Ralph Wiggum; mientras que el demonio Luci es un cóctel de descaro Bart Simpson, y humor negro Bender.
Estos personajes más secundarios, a pesar de encajar coralmente en "(Des)encanto", justifican en cierta forma a aquellos que acusan a Groening de un agotamiento en la fórmula. Tras casi 30 años de "Los Simpson", y unas cuantas temporadas de "Futurama", muchos esperaban que el dibujante se saliese por la tangente por primera vez en toda su carrera. En cambio aboca a un inevitable empacho presentando los mismos caramelos con distintos envoltorios. Personajes que son sumas de arquetipos pasados, bromas recurrentes, y en general una reiteración de cosas conocidas que encienden las ascuas del hastío.
Las excusas narrativas que dan lugar a esas tramas que se abren y cierran en cada capítulo son otro de los puntos que más puede acusar este agotamiento creativo. Ya en el primer episodio nos encontramos con alguna situación similar a la vivida en otro capítulo de "Los Simpson" y, aunque la novedad de la serie consigue superar el bache en este primer tropiezo, es un problema que de mantenerse durante el resto de la temporada puede terminar afectando en gran medida a las sensaciones finales.
A nivel de animación y calidad artística, "(Des)encanto" sí sabe desenvolverse como pez en el agua. El hecho de que venga amparada por Netflix ya era un seguro de calidad, y Groening ha sabido aprovecharse de la situación demostrando veteranía. Todos los personajes tienen ese carisma visual, esa simpleza y limpieza en sus diseños que consiguen tatuarlos por largo tiempo en la mente. Además, la ambientación de fantasía medieval permite que las referencias visuales a obras como "Juego de Tronos", "El Señor de los Anillos" o "Dragones y Mazmorras" abunden, dándole a toda la producción una personalidad muy de agradecer.
En general la serie se presenta como una producción que no sorprende, al menos en sus primeros pasos. Matt Groening ya advirtió que no era su intención permear el zeitgeist para atraer nuevo público. Sin embargo, aunque no resulte sorprendente, tampoco se siente en ningún momento forzada. No se percibe tanto como una obra creada para poner a prueba el ingenio del creador, como sí algo que realmente se adapta bien a los tiempos que corren. "(Des)encanto" convierte la ruptura de los roles tradicionales de la mujer en su tema principal y pone sobre la mesa una mezcla de humor sarcástico y reivindicación social tan interesante como en sus anteriores creaciones. Así, aunque la obra quede lejos de sorprender, ¡"(Des)encanto" conseguirá a buen seguro encantar al gran público!
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