No es una comedia. Tampoco un drama. Ni si quiera un thriller. Es la única película que ha conseguido mantenerse en el 100% de aprobación en Rotten Tomatoes con más de 200 críticas; la cinta con mejor valoración de la década en un caldo de snoobismo tan manifiesto como Letterboxd; un revés con sarna y violencia a la cara de los estamentos más privilegiados de lo ceremonioso (en aquellas lides galas donde sentencian y dictan gustos); la prueba de que el estilo se conserva ante la anécdota, de que el 'cómo' es más importante que el 'qué'. "Parásitos" es lo único que se menciona en los subterfugios de lo independiente, y lo que resuena con eco alentador en las corrientes comerciales. Una película imposible de describir, que como toda buena obra, pierde su intención y efecto cuanto uno más se adscribe a la necesidad de conocer detalles y no mensajes.
Detallismo en los detalles
El surcoreano Bong Joon-ho emprende un ejercicio de síntesis arrimándose a la efervescencia más sensorial y perfeccionista de sus inicios. Si "Snowpiercer" y "Okja" no terminaron de confluir en gusto y consenso, no fue porque su entendimiento de intenciones estuviera desviado; sí porque la forma desvestía al mensaje, y se perdía en la belleza de lo estético. Nadie esperaba que en Cannes este cineasta saliera de la indiferencia con un metraje tan obsesionado con el manejo del espacio, con la belleza y fuerza de la arquitectura, y con un afilado cuchillo sociopolítico debajo de cada plano. Joon-ho retoma el control narrativo que perdió de vista tras "Memories of Murder" y "The Host", tejiendo un metraje tan limpio como invencible, que orquesta, sin perderse, una quimera incesante de cambio y escala. Que escupe sorpresas continuas sin acercarse al caos; haciendo de las imágenes, cuadros donde cabe casi cualquier interpretación.
El efecto embriagador que tanto mecanismo y perversión planificada tiene sobre el producto final, hace de "Parásitos" un monstruo que no necesita ser definido, sino experimentado. Las pinceladas de historia que encuadran a la película, son más una necesidad protocolaria, que un escalón dispuesto hacia la comprensión de este texto. Aquí sí se cumple aquello de “cuanto menos se sabe, mejor”. Y aún así hay que saber que una familia pobre se introduce en la casa de una familia rica. Que el hijo de los pobres hace valer su persuasión, para iniciar un juego de engaños pérfidos que termina desplazando a inocentes, rompiendo leyes fácticas y morales, y subvirtiendo roles sociales. Lo que comienza como un juego abierto al humor y el halago constante hacia el espectador, pronto se convierte en un thriller insuflado de tensión y terror. Los actos tienen consecuencias, y el director hace partícipe de ellas a todos los que se reían con las tretas y ese schadenfreude redirigido hacia sus practicantes habituales.
Reírse de las injusticias
Hay que reírse del pobre por ser pobre, del rico por ser rico, y del desgraciado por ser desgraciado. De esa equidistancia ética, nace un terreno donde la película siempre encuentra justificación para todo. Si los hijos de la familia pobre se aprovechan del carácter naíf de la madre rica, es porque las desigualdades económicas de un sistema injusto, les amparan. "Huele a nabo deshidratado, a trapo sucio. Huele como a la gente en el metro". Si el padre rico consigue oler la miseria del padre pobre, es solo porque este ha jugado a la mentira para llegar a una clase que no le pertenece. Joon-ho siempre encuentra la manera de ser explícito sin perder la elegancia, y lo consigue gracias a un guion pulido hasta el extremo, y a un reparto que trabaja la interpretación corporal de forma obsesiva. Durante el desarrollo de la trama, no es extraño perder de vista los límites que separan a las personas del escenario, a los mensajes de las palabras. Que todo termine confundiéndose en un mismo ente audiovisual implacable con quien se sumerge, pero también con el que solo chapotea.
Ahora bien, pese a que es fácil caer en el juego visual que cocina con la arquitectura y los espacios, la escena nunca supedita al mensaje. El director golpea e impresiona con un giro tras otro de guion, pero siempre sosteniendo el pesimismo y la importancia de la familia sobre el total. Mientras en "Snowpiercer", los personajes establecían conexiones mediante la solidaridad intrínseca del individuo, en Parásitos lo innato se impone a la voluntad. Una amistad se puede romper, pero la relación de autoridad paternofilial no, y esa convivencia forzada es la que lleva a los protagonistas a dejarse llevar por los acontecimientos. Lo que al cineasta le abre las puertas para cambiar de género de manera libertina, retratando desde la sátira y el desencanto, un pensamiento cultural atravesado por el pasado compartido de todos los surcoreanos.
Conclusión
Pese a la infinidad de virtudes formales que presenta la cinta, Joon-ho sigue apostando por el mismo leit motiv que ha guiado su carrera profesional. Esta obra es una montaña rusa de emociones y sorpresas arrolladora, pero en el fondo no deja de rimar con el trasfondo social que ya manifestaba "Memories of Murder" o la infravalorada "Snowpiercer". Poniendo de manifiesto el verdadero brillo del autor; su capacidad para retratar el absurdo injusto de la realidad, y, al mismo tiempo, entretener sin tropiezos. En ese sentido, la película con la que ha conseguido resarcirse en Cannes no aporta realmente nada a su filmografía. Lo que es imposible ignorar es el perfeccionamiento tan absurdo que malogra a nivel formal y material. Cómo la soberbia actuación de Kang-ho Song se funde con la cuadratura bendecida de los planos, o cómo la música adereza el caldero de emociones y tensiones sin caer en lo evidente. Un equilibrio así solo lo alcanzan las obras maestras.
Tras el tropiezo de Okja, Bong Joon-ho regresa a sus orígenes con un crudo retrato de las injusticias sociales. El 'qué' y el 'cómo' de este pastiche cultural se mantiene en un equilibrio perfecto que baila por la comedia, el thriller, el terror y el drama, sin trastabillarse. Que deja un poso imborrable en la memoria.
La fuerza de los planos y la puesta en escena
El reparto deslumbra minuto a minuto
La variedad de géneros y la elegancia destilada en cada uno de ellos