Viktor Orbán es conocido en todo el mundo, y no precisamente por su defensa de la libertad. El Primer ministro de Hungría lo ha vuelto a hacer: su Gobierno ha promovido una legislación que podría hacer perder casi todos sus apoyos en la Unión Europea al menoscabar los derechos del colectivo LGTBI, tan perseguido en este país del Viejo Continente. Por desgracia, este texto busca "defender el derecho de los niños a una identidad conforme a su género de nacimiento", y por esta razón se impide "promover o difundir contenido que represente el cambio de género y la homosexualidad" en los centros educativos.
Como miembro del colectivo LGTBI que soy, siento lástima al comprobar cómo Friends, Harry Potter o Billy Elliot, producciones audiovisuales con las que he crecido y madurado, han sido completamente censuradas en Hungría por su presunta vinculación con la diversidad. El Parlamento húngaro ha explicado que el texto legal busca "luchar contra la pedofilia", pero me gustaría saber qué tienen estas series y películas que impiden cumplir dicho objetivo.
Y eso es lo peor: Orbán y sus adeptos vuelven a vincular la pedofilia con la homosexualidad, la bisexualidad o la transexualidad, y en general, cualquier orientación que difiera a la heterosexual. Una ley muy perjudicial para los cientos de miles de personas que viven en este país europeo y cuya protección es cada vez menor.
Hay motivos concretos por los que esta Ley ha afectado a Friends, Harry Potter o Billy Elliot: uno de ellos es que existan personajes homosexuales o pasajes argumentales en los que se trate la identidad de género, algo que sucede en la mítica sitcom norteamericana. Esto impedirá que las cadenas de televisión privadas en Hungría puedan emitirlos con la facilidad que hasta ahora tenían, un ejemplo más de que la Unión Europea debe hacer algo con este régimen que se ha convertido en un auténtico peligro para todos los países miembros.
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