Análisis Reservoir Dogs: Bloody Days
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Análisis Reservoir Dogs: Bloody Days

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Impulsados por el estupendo Hotline Miami han aparecido otros títulos que han intentado copiar su fórmula de alguna manera, con pequeños añadidos a la jugabilidad o al tono del título. Algunos han salido más que decentes, y, por otro lado, hay otros tantos que han tenido que sucumbir ante el martillo justiciero de los usuarios.

Reservoir Dogs: Bloody Days planea entrar en ese grupo de sucesores de Hotline Miami, que salen bien parados de la experiencia. Ya, aunque sea solo por el nombre tan ilustre como es el de la película de Tarantino, las sensaciones se tornan positivas. Ahora bien, lo que importa en estos casos son las conclusiones.

¿Vas a ladrar todo el día, perrito, o vas a morder?

Sobre el papel, y nada más observar su planteamiento de vista isométrica con personajes intentando completar un robo exitosamente, podemos pensar que Reservoir Dogs: Bloody Days es un título que no planea innovar ni un ápice de lo visto en el pasado; pero lo cierto es que nos equivocamos si pensamos de dicha manera. También podemos pensar que, bajo el título de Reservoir Dogs, el título será un mata-mata sin precedentes en el que la mayor variación será cómo acabamos con nuestro enemigo; sí, ahí también nos equivocamos.

El videojuego creado por Big Games —una empresa afincada en Barcelona—, nos pone como excusa a los personajes de la película de Tarantino con su personalidad intacta, pero más allá de eso y de unos cuántos detalles, acaba por convertir un videojuego basado en los personajes de la película. Este concepto difiere totalmente de hacer una adaptación de la película al mundo del videojuego como sucediera en 2006 con el fiasco desarrollado por Volatile Games.

Reservoir Dogs Bloody Days

Cuando nos ponemos manos a la obra para empezar a entender sus mecánicas, nos damos cuenta de que este Reservoir Dogs: Bloody Days se convierte en un título fácil de entender, pero algo complejo de explicar. En cada misión dispondremos de varios personajes célebres como Señor Rosa o el Señor Rubio —uno con el rol de personaje principal y otro con el rol de personaje secundario— y a través de una mecánica de rebobinado deberemos ir avanzando por el escenario en el que estemos cometiendo el atraco. Este modo rebobinado consiste en hacer un recorrido del tiempo que se desee con el personaje principal, para luego con el personaje secundario hacer una ruta distinta a la vez que se repite la secuencia que ejecutamos anteriormente. Si bien puede servir para limpiar una sala mucho más rápido, en otras ocasiones nos puede servir para robar el botín mientras un personaje limpia el escenario, o bien para salvar a alguno de los personajes de una muerte asegurada.

Esta praxis que se repite a lo largo del título puede resultar repetitiva y hasta cierto punto tediosa. Si bien la idea es muy buena y crea un ambiente entretenido en los primeros coletazos del juego, las muertes injustas se repiten por doquier gracias a este método. Estas injusticias se resolverían si el videojuego incluyera una cámara mejor dotada para una mecánica de este tipo, ya que, aunque no lo queramos, a veces perdemos de vista a nuestro personaje y por no saber exactamente dónde se encuentra, la muerte llega sin previo aviso. Vaya por delante que, a pesar de estos decesos injustos, la mecánica del rebobinado resulta de lo más curiosa y da lugar a algunas estratagemas bastante divertidas.

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Al final de cada nivel y de la historia que se crea a través de cada uno de ellos, se nos mostrará una tabla clasificatoria donde nos pondrá los típicos datos recurrentes en este tipo de videojuegos: muertes, combos de las mismas, penalizaciones por matar civiles y otro tipo de datos que harán de los cazadores de logros un buen entretenimiento para conseguir todos los niveles con la máxima puntuación posible. Dependiendo de esta puntuación, desbloquearemos armas, obtendremos más dinero y, en definitiva, tendremos acceso a otros emplazamientos donde pegar nuestro siguiente golpe.

Aun así, si obviamos el querer completar las misiones con mejor puntuación, Reservoir Dogs: Bloody Days no nos supondrá un videojuego con una rejugabilidad altamente notable. Las misiones son las mismas y, de existir un modo multijugador, tendría algún atractivo volver a repetirlas por gusto, pero sin dicho modo, la idea se torna válida solo para aquellos que disfruten muchísimo del juego o para aquellos que quieran conseguir los logros asociados a esta práctica.

En el aspecto visual no destaca demasiado y se consigue lo que se espera de él: un juego que, si bien no resulta atractivo, pinta sus escenarios con la sangre de los enemigos y las armas que yacen en el suelo. El baño de sangre que sembramos a nuestro paso es lo que más destaca de unos gráficos que ni quieren, ni pretenden sorprender.

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Por otro lado, centrándonos en lo sonoro, podría haber estado más trabajado. No hay un trabajo de doblaje detrás de los diálogos que hay en el videojuego, y hasta tal punto es entendible, pero la banda sonora resulta cuanto menos repetitiva. Con las mismas melodías sonando a medida que escuchamos los gritos desesperados de algunos civiles y la metralla volar por el aire, al jugador acaba por invadirle el hastío tras escuchar las mismas melodías una y otra vez, sin descanso.

Conclusiones

Llegados a este punto podemos decir que no nos encontramos ante una copia descarada de la fórmula impuesta por Hotline Miami. La vuelta de tuerca está presente en el sistema de rebobinado que, sin lugar a dudas, funciona como el engranaje que mueve todo el mecanismo de Reservoir Dogs: Bloody Days.

El título tiene sus principales tropiezos en resultar demasiado repetitivo y en no ofrecer algo más allá de lo que son sus mecánicas. Es cierto que la variedad se encuentra en cómo planteas las misiones, en su ejecución, pero no se antoja suficiente a pesar de ser disfrutable. La carencia de un modo multijugador pesa mucho a un título que le hubiera venido de perlas tanto esta modalidad como un editor de niveles que alargara la vida del juego.

Redactado por:

Amante de la música en todos sus formatos, un enfermo de esos que dicen en la televisión de los videojuegos y devorador de cacahuetes.