Nos guste en mayor o menor medida, Ubisoft hace cada vez más evidente que el género del mundo abierto se ha convertido ya en una firma de la compañía; un tótem que la representa dentro de la industria al destinar grandes cantidades de esfuerzos a crear juegos que nos lanzan a un inmenso escenario repleto de tantas cosas para hacer que uno puede llegar hasta la hiperventilación al abrir los menús de sus respectivos mapas, siendo Immortals Fenyx Rising la propiedad intelectual más reciente de la multinacional que se amolda a estos parámetros.
Tras habernos sorprendido con una propuesta que, según nuestro análisis, ''es difícil no recomendar'', Ubisoft ha dado el pistoletazo de salida al gran plan de contenidos adicionales cuya intención es la de alargar la vida útil de Immortals Fenyx Rising con nuevos lugares a conocer y desafíos que superar. Comenzando, como no podía ser de otra manera, por su primer gran DLC, el cual recibe el nombre de Un nuevo Dios y que ya hemos podido completar para contaros todas sus claves.
Tras los acontecimientos de la trama principal del juego, nuestro protagonista deberá atravesar los tediosos trámites del Olimpo si quiere sentarse junto a ellos en el panteón. Por suerte, esto no dependerá de los cansinos papeleos burocráticos en los que tenemos que ir de una oficina a otra con un tick en el ojo de tanto paseo hacia ningún lado y tanta frustración acumulada, sino que Fenyx deberá superar una serie de pruebas igualmente innecesarias (sobre todo, teniendo en cuenta que su valía como deidad ya está más que demostrada) pero, al menos, mucho más disfrutables.
Las misiones en Immortals Fenyx Rising: Un Nuevo Dios se corresponden en su totalidad, de esta manera, con un puñado de retos que se encuentran asociados a cuatro dioses en concreto: Afrodita, Ares, Hefesto y Atenea, los cuales se encontrarán asentados en distintas partes del panteón olímpico, el cual se corresponde con el mapa que podremos explorar en este primer DLC.
Y es que, a pesar de la gran majestuosidad que desprenden todos y cada uno de los rincones de este nuevo escenario, da la sensación de que, tanto si hubiera estado ahí como si no, daría lo mismo. Sobre todo, porque este se conforma como un camino entre las distintas pruebas que no aporta gran cosa a la experiencia de juego que gira en torno a estas últimas. O, dicho de otra manera, si las pasarelas y los abismos que tenemos que recorrer de un reto a otro hubieran sustituidos por un simple menú, el ritmo de esta expansión se hubiera agilizado bastante.
No obstante, sería injusto que toda nuestra crítica quedara centrada en este último aspecto, dado que aquí lo que verdaderamente importa son las pruebas a las que nos someterá cada dios para ganarnos su bendición y así poder ir ante Zeus con el pecho bien hinchado de orgullo y tener la oportunidad de exigir un asiento a su lado.
La estructura de estas misiones se divide entonces en varias pruebas por cada dios, las cuales van aumentando en complejidad conforme avanzamos por ellas. Sin embargo, Immortals Fenyx Rising: Un nuevo Dios recurre a una simple estrategia para evitar que el proceso se haga repetitivo y no se contemple como una lista de tareas pendientes que debemos ir tachando: cada dios nos otorgará un poder especial que será imprescindible a la hora de superar los retos de otro, lo cual nos hará ir visitando a las distintas deidades en un desorden que, paradójicamente, hace que nuestro avance por el DLC sea más orgánico.
Esto último es importante, además, porque Immortals Fenyx Rising: Un nuevo Dios tiene claro lo que quiere ser: un conjunto de pruebas que exploten al máximo las mecánicas jugables de su propuesta de formas que no pudimos ver en el juego base. Es por ello que aquí todos aquellos elementos que no sumen a este cometido se omiten casi por completo como, por ejemplo, la personalización de nuestro avatar: contamos con un set de habilidades predefinido y un sistema de progresión independiente al juego base, dado que toda la expansión gira en torno a las herramientas que se nos dan.
En este sentido, las pruebas como tal se centran en expandir aún más los conceptos que se nos presentaban en aquellas que ya aparecían en el juego original. Aquí lo realmente importante son los rompecabezas, quedando los combates y las secciones de plataformeo relegados a algo casi anecdótico. Así, los distintos puzles que tendremos que ir resolviendo siguen siempre la misma dinámica: un primer acertijo de presentación de una mecánica concreta que se va enredando de forma cada vez más compleja y combinando con otras hasta que llegamos a la prueba final del dios de turno.
Es aquí, justamente, donde Immortals Fenyx Rising: Un nuevo Dios deja patente una vez más las intenciones de Ubisoft de valerse de los propios clichés del videojuego para dar con un producto plenamente autoconsciente de que esa es su principal virtud. Aquí las cajas, las palancas, los portales y las plataformas móviles de toda la vida se entremezclan entre sí para dar a entender que el ingenio que el juego busca despertar en nosotros ha de erguirse al mirar hacia la tradición más clásica.
Con una duración aproximada de entre 12 y 15 horas, podríamos decir que esta primera expansión de Immortals Fenyx Rising se conforma como un tentempié más que digno para amenizar la espera del lanzamiento de su siguiente expansión; un contenido que nos permitirá saciar nuestra sed de aquello que ofrecía el juego base mientras aguardamos la llegada de lo verdaderamente novedoso.
A la pregunta de si Un nuevo Dios es una experiencia que vale la pena vivir responderemos apuntando hacia la misma ambigüedad que se desprende de los gustos que tenga cada uno: si lo vuestro es descifrar un puzle para que el cerebro os bailotee al ritmo del cosquilleo que se produce al superar un rompecabezas, el Olimpo es el lugar al que debéis acudir y Zeus el dios junto al que tendréis que sentaros para aguantar un aluvión de chistes realmente malos.
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