Menudo revuelo se montó en 2005 cuando Brokeback Mountain llegó a los cines. Presupongo que por culpa de una sociedad aún arcaica anclada en los estándares románticos del siglo XX, amedrentada por el temor a que la diversidad sexual terminase con la humanidad (sí, hay gente que pensaba - y piensa - así) y cegada completamente por la intolerancia. Aunque ha habido muchas más películas LGBTIQ+ antes que esta, este drama protagonizado por Heath Ledger y Jake Gyllenhaal es sin duda alguna uno de los más mediáticos, y precisamente de esto va el artículo que he decidido escribir con motivo del mes del Orgullo.
Por fortuna, desde ese año, son muchas las cintas que a muchos nos han ayudado a entender quiénes somos, por quiénes nos sentimos atraídos y qué es lo que queremos ser en nuestras vidas. Proyectos influyentes y que han ayudado a destruir estereotipos y fobias que, por desgracia, aún permanecen en diferentes sectores marginales que no comprenden que en la diversidad está la felicidad.
Ennis del Mar y Jake Twist son dos jóvenes que se enamoran y se conocen en verano de 1963 mientras ambos trabajan en el pastoreo de ovejas en una montaña conocida como Brokeback. Su relación es cada vez más compleja a medida que se prolongan las dos décadas que perdura, y sobre todo, cuando se casan con sus respectivas mujeres y tienen hijos. Pero el amor lo vence todo, en una especie de metáfora contra las fobias que perduran en nuestro día a día. Una obra maestra dramática y una de las mejores películas LGBTIQ+ que se han hecho jamás.
Un drama con todas sus letras, con una historia de amor protagonizada por dos generaciones completamente alejadas por el tiempo y la vida, y que nos enseña esa relación estival con la que muchos hemos soñado, pero con la que no hemos podido entablar más que una fantasía sexual en nuestras mentes. Además, estamos frente a una película muy bien realizada, que adapta de forma magistral la novela homónima escrita por André Aciman, y con dos actuaciones muy convincentes de sus actores protagonistas: Thimotée Chalament y Armie Hammer.
Posiblemente prefiera a día de hoy su serie Con amor, Victor (principalmente porque al ser un formato televisivo, se amplía el espacio en el que profundizar en la personalidad de sus personajes), pero Con amor, Simon es el germen LGBTIQ+ de esas dramedias románticas que hemos visto siempre protagonizadas por parejas heterosexuales. Propuesta muy sencilla, funcional y que logra mantenernos frente a la pantalla durante casi sus dos horas de duración.
Casualmente todas las películas LGBTIQ+ que estoy añadiendo a esta lista comparten el reconocimiento de parte de la crítica, y es que hay producciones cinematográficas espléndidas como La Chica Danesa. En este caso la historia se centra en Einar y Gerda Wegener, una pareja de artistas que sufre un giro de 180 grados cuando él se da cuenta de que, a pesar de haber comenzado como juego, la chica a la que da vida para los cuadros de su mujer es precisamente la que ella quiere ser.
Y cerramos la lista con una de las producciones LGBTIQ+ más influyentes de la historia, a medio camino entre el drama y la comedia, centrada en la historia de Billy, un joven cuyo padre quiere que haga boxeo, pero que él prefiere centrarse en el ballet que ha visto tantas veces de mano de la profesora Wilkinson. En mi caso, la vi en el instituto, y me sirvió para comprobar lo mucho que precisaba avanzar la sociedad: risas, burlas y comentarios desafortunados entre mis compañeros, pero esperanza en que algún día pudiera sacar fuerzas para ser quien yo quería ser.
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