Cuando preguntamos a la gente que por qué juega, una de las respuestas más comunes es para evadirse, para escapar por unos instantes del mundo real y sumergirse en universos de todo tipo. Y aunque no todos los juegos funcionan de igual manera para conseguir esto (sobre todo teniendo en cuenta que hay muchos que buscan hablar y concienciar sobre el mundo real y sus problemas), hay una obra que creo que es el mundo al que escapar por excelencia: The Elder Scrolls V: Skyrim.
Skyrim cumple hoy 10 años y, como ya sabréis, Bethesda ha querido celebrarlo lanzando una nueva edición del videojuego con diversos cambios y mejoras respecto al original. Pero yo no vengo hoy a hablar de estas mejoras y añadidos. Vengo a hablar de Skyrim en general, ya sea de la primera versión a la que jugué en PS3 o de esta edición especial con mods gráficos en PC. Y vengo a hacerlo porque Skyrim es un juego que me sigue calentando el corazón.
Lo que siento por Skyrim es una especie de nostalgia contemporánea. Tengo la sensación de que me gusta porque es uno de los juegos con los que crecí como jugador. Pero a la vez sé que es imposible que sea nostalgia lo que siento porque, en realidad, nunca he dejado de jugarlo. Entre mods, nuevas versiones y ports, creo que desde el lanzamiento del juego nunca he estado más de 12 meses sin entrar a Skyrim.
Hablaba más arriba de cómo algunos videojuegos sirven perfectamente para evadirse del mundo real, despejar la cabeza y disfrutar de un mundo y unas normas totalmente diferentes a las que tenemos alrededor. Y creo que Skyrim no solo es el juego ideal para conseguir que yo, personalmente, me evada de todo. Sino que además es una evasión que se siente como un lugar seguro. Volver a Skyrim es, en cierto sentido, volver a un refugio, a un lugar cómodo en donde me siento perfectamente a gusto. Volver a Skyrim es volver a casa.
Y digo todo esto desde una perspectiva muy diferente a la que tenía hace 10 años. En el estreno de Skyrim le dediqué cientos de horas, flipé con todo el mundo abierto de Bethesda y aseguraba que era el mejor videojuego que había jugado en mi vida. A día de hoy, el paso del tiempo me ha hecho ver Skyrim de una forma muy diferente. Veo sus costuras, sus fallos, sus problemas. Lo comparo con otras obras como The Witcher 3 y aún soy capaz de sacarle más peros. A veces, y por mucho que me duela, hasta me cuesta pasármelo bien jugando a Skyrim por culpa de estos problemas y fallos.
Pero, con todo ello, Skyrim sigue siendo el refugio al que acudir cuando algo va mal. Por mucho que discuta con mi familia por tonterías, volver a casa es reconfortante y calienta el corazón. Y con Skyrim es un poco lo mismo: por mucho que me queje y por muchos fallos que le vea al juego, volver a él tiene un efecto reconfortante y reparador. Porque Skyrim no será un juego perfecto, pero para mí es un refugio perfecto.
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