Desde que “El Hoyo” se estrenó a principios de mes, su final ha sido muy debatido por los usuarios de Netflix. Este thriller se desarrolla en una prisión compuesta por numerosos niveles. La única fuente de comida de esta instalación es una plataforma que baja desde el primer piso hasta el último. Las primeras plantas reciben los alimentos intactos, mientras que las últimas se quedan solo con las sobras. Ante esta situación, el recluso Goreng (Iván Massagué) intenta aliarse con sus compañeros para enviar un mensaje a los responsables de este sistema.
Aunque muchos espectadores han interpretado el final de “El Hoyo” como una crítica hacía el capitalismo, su director, Galder Gaztelu-Urrutia ha explicado a los reporteros de Digital Spy que, en realidad, trataba de reprender a varias ideologías. “Ciertamente creemos que debe haber una mejor distribución de la riqueza, pero la película no trata estrictamente del capitalismo”, explicaba el cineasta. “Puede haber una crítica al capitalismo desde el principio, pero demostramos que en cuanto Goreng y Baharat prueban el socialismo para convencer a los otros prisioneros de compartir voluntariamente su comida, terminan matando a la mitad de las personas a las que querían ayudar”.
Gaztelu-Urrutia ha terminado la entrevista remarcando que, a pesar de su intento, los protagonistas de “El Hoyo” no conseguían influir en el resto de reclusos. “El verdadero problema surge cuando tratas de exigir la colaboración de todos, y ves que al final no hay un buen resultado. Goreng hace lo que se propuso hacer para llevar la panna cotta y la niña ante los administradores, pero no cambió la opinión de nadie sobre compartir la comida”.
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