Cuando era pequeño recuerdo jugar una y otra vez la demo del primer Halo. En mi mente, aquel desembarque en una playa infestada de Covenants era la experiencia completa, era absolutamente todo lo que necesitaba. Luego me compré una PlayStation 2, una Wii, una Xbox 360 y bueno, básicamente me gustan los videojuegos y no pienso justificarme más. Con esto quiero decir que, antes de Nathan Drake, Ellie, Samus Mario y Peach, estuvo Master Chief. ¿Eso debería bastar para que algunos me llamen un Xboxer no? ¿O por qué nombre a Drake soy un Sonyer?
Claramente, esto es el clásico párrafo mostrando mis credenciales para poder hablar de Xbox sin que traten de matarme, algo que no debería seguir siendo el caso, pero aquí estamos, tratando de explicar por qué seguimos discutiendo sobre si un electrodoméstico es o no mejor que otro, a pesar de que, incluso la propia Microsoft, está cansada de este circo.
Phil Spencer y Xbox han puesto patas arriba a la industria y a todos alrededor de ella. Partiendo con rumores que iban desde la desaparición de la marca, el fin de las exclusividades y un supuesto término a la guerra de consolas. Finalmente, nos hemos quedado con una Microsoft con intenciones de abrirse a otros mercados, sin dar ese salto drástico por el que tantos se sacaron los ojos en redes sociales.
Desde ya unas semanas que se han levantado dos bandos con base en la misma información, que, de manera muy resumida, se puede abreviar en Microsoft adoptando una nueva política hacia sus exclusivos y su estrategia de mercado. Debido a insiders y otros datos que iban saliendo con gran velocidad, las posiciones de siempre se levantaron, las típicas que han acabado con el pique sano y la burda pero juguetona competencia. Lo único que nos ha quedado claro después de la esperada conferencia fue lo siguiente:
Con el gran anuncio de Microsoft, influido por un hype brutal que culminó en anuncios que jamás lograrían satisfacer la sed de sangre de extremistas descontrolados por el conflicto, hemos aprendido una cosa. Hemos obtenido pruebas de que las batallas de hardware nos devuelven oscurantismo, tanto a los jugadores como a las empresas.
Quizás, y esto jamás lo sabremos, si no se hubiera montado toda la que se montó previo al anuncio de Microsoft, Phil Spencer se hubiera podido sentir libre de decir públicamente los 4 juegos que llegarán a PC, PS5 o Switch, en vez de tirarle la papa caliente a otros. Pues no, vivimos en la realidad de los “sonyers”, de los “xboxers” y de los “nintenderos” (a los cuales poco y nada les importa esta situación probablemente, pero de todas maneras, espero que disfruten muchísimo de los 4 juegazos que se les vienen).
Hubo un tiempo en el que creía que God of War y Mario Galaxy eran magia negra que me transportaban a otras dimensiones, cuando algo salía mal en aquella época, recurría a ellos; cuando algo me fallaba prendía la consola y con eso me bastaba. Hoy en día vivimos en una realidad totalmente polarizada y, desgraciadamente, el mundo y la comunidad del videojuego, si quieres desconectar específicamente de eso, pues no son lugar seguro para hacerlo. Construir nuestras identidades alrededor de ellos está bien, más que bien, es lo que nos une, es parte de quienes somos. Muy diferente es armar guerras, acosar y llegar a puntos extremos.
Toda esa gente que se inventa enemigos invisibles, no han construido su identidad alrededor de las historias que aman, ni del hobby de toda una vida, la han construido alrededor de colores verdes, azules y rojos que representan empresas multimillonarias. Al igual que a los extremistas del fútbol, lo que menos les importa es el fútbol, lo que menos le importa a los soldados voluntarios de las guerras de consolas son los videojuegos.
No importa cuantas veces salga Phil Spencer diciendo que la industria se basa en la colaboración de empresas o cuanto más afloje Sony con sus exclusivos, estos bandos probablemente seguirán ahí y, con este anuncio de Microsoft, hemos aprendido que desprendernos del ideal de antaño de pertenecer a una empresa es quizás la opción más sensata.
Ahora, quizás esto sea un poco insólito, pero, tanto a Microsoft como a Sony, no les podría interesar menos estos conflictos, es más, si algo ha hecho Xbox con su anuncio es comprobar que en el futuro buscan recortar los espacios de estas instancias, destruir las trincheras.
Si Phil Spencer declara que están pensando en alcanzar otros mercados, sacando juegos de su propio ecosistema y, a su vez, Sony lanza sus exclusivos en PC, es porque esas trincheras ya no dan dinero, y las empresas multimillonarias no se mueven por el conflicto ni por la pasión de sus extremistas, las empresas se mueven por el dinero.
Lo esperanzador de todo esto es que quizás, con más pista sobre la cual virar, estemos llegando al fin de las guerras de consola de manera paulatina. Puede ser que el mercado deje de entender a la propia industria como una batalla por adquirir y crear empresas, títulos y sagas con el fin de no llegar a nada con ellas, acaparar por acaparar y, perdón por el lenguaje, jugar a quien la tiene más grande.
Ser la serpiente que se muerde la cola, teniendo como consecuencia el estancamiento del mercado y que los que paguen sean, por ejemplo, 1.900 trabajadores despedidos porque, según Phil Spencer, “la industria no ha crecido”, solo debería terminar de una manera, y esa no puede ser mantener un modelo de negocios por ver quien arma el monopolio más grande, debería ser en terminar en darse cuenta que algo debe cambiar.
De cierta manera, lo que está tratando de hacer Microsoft, ya no solo por su estrategia, lo que quieren lograr económicamente o todo aquello que, probablemente, sea la única razón por la que no se han lanzado con más fuerza a la piscina de los cambios, no deja de ser un paso hacia ese cambio.
Xbox, al igual que cualquier persona fan del medio en la época de PlayStation 3, sabe que cuando Sony se ve como ganadora y se crece ante su competencia, las cosas se comienzan a complicar. Cambiar un monopolio por otro no es el camino y, tanto Sony, siendo menos intenso con como portea sus juegos a PC, como Microsoft con sus intenciones de ir escapando de la carcelaria situación del hardware como las esposas del software, es un vuelco que, debería haber ocurrido hace mucho.
Quiero creer que no es tarde y que estos 4 primeros juegos serán la primera piedra de algo más, del fin de las exclusividades y la eterna búsqueda del monopolio absoluto, pero claro, ¿Qué pasa con una Nintendo ya no guiada por Iwata? ¿Qué otros querrán entrar en la industria? Y quizás lo más importante, ¿De quién serán los juegos cuando a nadie se preocupe por preservarlos?
Todas dudas que nacen desde la teoría y la especulación, pero si algo hemos aprendido es que en algún momento, tendremos que responderlas, espero de corazón que no sea a través de acoso, insulto y la pérdida del respeto dependiendo de que consola decido tener en mi salón.
Cuando jugaba la demo de Halo de la que les hablé antes, siendo esta mi primera experiencia seria y obsesiva con los videojuegos, lo hice a través de una copia pirata que adquirí a menos de 2 euros en alguna feria de por ahí que corría en mi destartalada PlayStation 2. Aún no me explico bien como funcionaba, pero créanme que lo menos que recuerdo de eso era como se estaba reproduciendo, lo mágico era que podía disparar y volver a desembarcar una y otra vez.
Lo que importaba era que mi vecino venía a jugar conmigo y, cada cierto tiempo, ellos intercambiaban su consola por la mía. Si niños de 11 años podían ver valor en la consola del otro y compartir sus videojuegos, ¿de verdad para personas adultas, y no tan adultas, en internet es tan complicado?
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