Soy un sentimental, lo admito: a mediados de agosto os conté cuáles fueron 5 películas que me marcaron, de una forma u otra, y que formaron al David que leéis hoy día. Y hoy me voy a centrar en una de ellas, en concreto, en toda la saga Harry Potter, una que supongo que todos habréis visto en mayor o en menor medida. Y lo hago porque pensando mucho en la franquicia iniciada por J.K. Rowling, hay 3 lecciones vitales que me han enseñado más que cualquier clase de ética o ciudadanía.
Albus Dumbledore se encargó de expresar en el libro, y después en la pantalla, lo que pocos llegan a comprender: la vida es difícil, llena de obstáculos, pero siempre es más fácil librar batallas contra aquellos que no nos importan, que contra aquellos que se han convertido en la familia que elegimos.
El profesor y el mago más fuerte de su época expresa lo complicado que se hace entablar una discusión con esos amigos a los que tanto queremos, pero sin duda alguna es mejor hablar las cosas antes que tragárselas y explotar: "se necesita aún más valor para enfrentarse a nuestros amigos...". Y claro que se precisa más, porque tenemos que elegir con cuidado esas palabras que tanto queremos decir, pero con cuidado de no hacer más daño del necesario.
Yo he tenido mil y una peleas con mis amigos, con mis compañeros de trabajo, y por supuesto con mi familia, y he de decir que con todos ellos, una vez he reflexionado que quizás yo he tenido la culpa, he descubierto que hubiera sido mucho más fácil si nos planteásemos antes cómo abordar un conflicto para solventarlo de forma mucho más sencilla.
Vuelvo con Albus para intentar pensar cuándo me di cuenta de que en la vida no es todo de rosa: cuando tenía 5 o 6 años, no me afectaba ninguno de los problemas que tenía en casa, pero en el momento en que mi conciencia empezó a tomar forma, mi vida se convirtió en una montaña rusa de emociones: o estaba en la cúspide de una caída libre pletórico de felicidad, o me sumía en un oscuro túnel como el que se acabó convirtiendo el instituto.
Pero conforme crecía, me iba dando cuenta de que, como bien dice Albus Dumbledore, incluso en esos momentos malos hay cosas buenas a tu alrededor siempre que sepas mirarlas bien; personas que te ayudan y te arropan, planes improvisados que te hacen desconectar.
Y eso es una de las lecciones vitales más importantes que todos debemos comprender: al igual que Harry Potter luchando contra el basilisco, él encontró la forma de seguir adelante con los suyos y destrozar el diario de Tom Riddle. Lo mismo ocurre en la vida real: puede que te hayas roto una pierna tirándote de un tobogán (perdona que te hable como si tuvieras 5 años, pero es que estoy nostálgico), pero mientras te recuperas seguro que puedes sacar algo positivo por muy oscura que esté tu cabeza.
Y llegamos al final de esta reflexión; yo no soy una persona buena, pero tampoco mala. Soy un actor más en este mundo, y algunas veces acertaré, y otras me equivocaré. Así es la vida, así es el mundo, así son las personas. Quizás por crecer en un mundo con películas que evocan de forma incesante a la lucha entre el bien y el mal creamos que solo podemos estar en uno o en otro bando, pero ni mucho menos.
Si todos los seres humanos pensásemos así, dejaríamos de tener guerras, luchas políticas, conflictos económicos, crisis sociales... Porque no todo es blanco o negro. No todo es bonito o feo. No todo es bueno o malo.
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