Del terror intrínseco que se queda pegado en la piel, al suspense cocido a fuego lento. Aunque CloverWorks ha sabido sacarle partido a las virtudes del formato animado, en el transcurso de la adaptación también ha perdido uno de los puntos más importantes del material original. La rapidez de lectura entre viñetas, y la ausencia de transiciones hacen del arte de Demizu un pozo sin fondo de perversión. Sin embargo, "The Promised Neverland" se ha convertido en un monstruo completamente distinto bajo los ojos de la animación. Y eso le pasa factura cuando la historia transcurre por tramos más contemplativos.
La semana pasada el estudio salvó la situación con la presentación de Krone, pero en esta ocasión no terminan de levantar un episodio lastrado por el ritmo y la dirección. Kanbe suelta las riendas para dejar trabajar por sí solo al material, y el resultado es notablemente inferior a todo lo visto hasta el momento. Los planos, los diálogos, y la disposición general de las escenas no promueven la gestación de ese suspense perturbador. Toda la tensión construida desde el giro narrativo del piloto, queda congelado en pos de un episodio transitorio sin ninguna virtud que destacar. La trama avanza, sí, pero no termina de conectar con sus anclajes emocionales.
Con dos enemigas en la casa, ahora Emma, Ray, y Norman se replantean la estrategia. Aunque siguen estando en ventaja, y siguen contando con el factor sorpresa, la llegada de una persona totalmente desconocida multiplica el riesgo de cualquier plan. Krone es más directa que Isabella; ofrece mayor reto, pero sus movimientos son tan atrevidos, que suele quedar habitualmente al descubierto. La mejor opción pasa por continuar con lo previsto, mientras esperan algún tipo de reacción, y suman aliados a sus filas. Y ahí aparece la primera horma en el zapato de CloverWorks.
Si bien los tres protagonistas principales ya están perfectamente definidos, su interacción como grupo, como entidad narrativa única, sigue sin terminar de consolidarse. Las tensiones entre Norman, Ray y Emma son evidentes, y el anime sigue necesitando todo el tiempo posible para exprimir esa dinámica de cara a los eventos que acontecerán en el futuro. La llegada de Don y Gilda, más que aportar un punto de fuga al estudio, se convierte en una trampa que torpedea por completo el episodio. Y parte de la responsabilidad no es más que de Kanbe. El director ni es incapaz de integrar a los personajes en el tono que mantenía la serie, ni logra captar su esencia.
El manga presenta a Don y Gilda como dos niños naíf confundidos por la situación, pero al mismo tiempo mantiene cierto halo de misterio. ¿Son realmente todo lo que transmiten? ¿Esconden algo? El anime se queda solo con la primera parte, desechado por completo la segunda. El resultado es un retrato insípido y poco interesante de dos respaldos clave para la narración en el manga. El perfil psicológico de Gilda está tan simplificado que su miedo interno apenas repercute en el suspense, mientras que Don –quien sale más perjudicado-, se presenta como un figurante esporádico que pasa de hurtadillas por las escenas. Y los problemas no acaban ahí.
Krone, quien en un primer momento aparecía retratada de forma valiente pero inteligente, comienza a convertirse en una parodia de sí misma. Al perfilar su carácter haciendo uso del excentricismo, CloverWorks se veía abogada a la saturación. Y poco ha tardado en suceder. El componente cómico que resultaba ser un añadido más que agradecido a una pasta demasiado uniforme, ahora es reiterativo; una nueva escena desnuda al director haciendo imposible diferenciar el anterior episodio de este. En ese momento la locura de Krone tenía un propósito narrativo, pero aquí no va a ninguna parte.
Al perjuicio inherente de la adaptación se suma por otro lado decisiones de dirección algo cuestionables. Si sabes que los fondos son el punto débil del anime –el trabajo de Atelier Musa es vago y estéticamente feo- no se entiende por qué construyes una escena de más de 30 segundos con un extraño primer plano que saca a relucir las inexistentes virtudes de esas puertas y escaleras en 3D. Hasta ahora las salidas de tono de Kanbe habían funcionado aportado algo de variedad a los planos generales, pero en esta ocasión no acierta. Como tampoco lo hace en muchas de las escenas; abandona el forraje que le proporcionan los escenarios para esconder la cámara, y opta por plasmar las conversaciones de la forma más anodina posible.
Ni siquiera el momento cumbre del episodio brilla a nivel de composición. Los rostros de Krone ya no cuentan con el componente sorpresa, y la gesticulación facial de Gilda está a años luz de la de Emma. La música, que sí está bien colocada, no logra levantar un conjunto mediocre. "The Promised Neverland" tropieza tras una racha de varias semanas a un nivel notable. CloverWorks sigue contando con varios ases en la manga, y la historia no ha hecho más que sembrar sus primeras semillas. El terror sigue aguardando ahí para que el estudio lo convierta en la pesadilla que se merece el material.
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