Todo apuntaba a que la 91 edición de los Oscar no solo empeoraría los datos ya de por sí históricamente negativos del año pasado, sino que dejaría a la imagen de la gala dañada para siempre. Las polémicas durante las semanas previas al evento se iban amontonando, y la Academia parecía estar improvisando más que ejecutando un plan de contingencia planificado. Y así se llegaba al pasado domingo, sin presentador, con todo el gremio de directores de fotografía en contra, y unas películas nominadas que no despertaban demasiado interés entre la prensa.
Nada de eso sin embargo impidió que la noche cerrara con sensaciones ligeramente positivas, y que dejara tras de sí una conversación centrada más en los premios y en los discursos, que en la propia organización del evento. ¿Qué ha provocado todo eso? De acuerdo a datos de Nielsen replicados por THR, la gala fue vista por 29,6 millones de espectadores, un 11,5% superior a la audiencia del año pasado.
Los Oscar siguen siendo el evento televisivo de entretenimiento más visto del año desde el pasado 2017, y el programa no deportivo más seguido desde aquel episodio de "This is Us" estrenado tras la final de la Super Bowl el año pasado. Y con todo, la Academia sigue estando muy lejos de la época de vacas gordas vivida en el 2008, cuando se manejaban cifras de hasta 32 millones de espectadores.
Todavía queda mucho trabajo por hacer para despegarse del fondo tocado el pasado 2018, pero no se puede negar que esta edición ha sido un punto de inflexión. ¿Cómo es posible que haya sucedido esto después de todas las polémicas? Al final la ausencia de presentador/a no ha sido más que una anécdota que ha quedado maquillada por otras decisiones clave para el éxito de la gala.
Por un lado la duración del programa. Sin monólogos de por medio, ni la presión de estar ligada a un formato televisivo de late night, la gala logró adquirir un ritmo bastante ligero que dejó el marcador en las 3 horas y 13 minutos, un total 41 minutos inferior a lo vivido el año pasado. Ahora bien, lo que todos los analistas apuntan como clave para el éxito del evento fueron al final las películas nominadas.
La Academia no pudo hace unos meses terminar de incluir la categoría a Película Más Popular por la presión que recibió desde el exterior, pero eso no impidió que colara entre las nominaciones a películas de tono comercial como "Black Panther" o "Bohemian Rhapsody", dos mastodontes de taquilla que contrastaban con las propuestas menos prolíficas seleccionadas por el jurado.
Cierto es que fueron al final "Green Book" y "Roma" las que protagonizaron la noche, pero la simple presencia de estas cintas ya empujaron a miles de personas a ver la gala. Y es lógico; si las películas que están en lides interesan, el programa por ende también lo hará. Quizás todo esto no sea más que la señal que necesitaba la Academia para empezar a dejar de advertir los cambios sociales, y comenzar a aplicarlos en los Oscar.
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